Médicos Geriatras y Farmacéuticos trabajando en equipo

La opinión de Virginia Saavedra Quirós, farmacéutica Especialista del Hospital Univ. Puerta de Hierro-Majadahonda (Madrid)

La farmacia hospitalaria ha sufrido una notable evolución a lo largo de las últimas décadas en lo que a su actividad se refiere. Hasta hace unos años el papel del farmacéutico de hospital se centraba en el medicamento, en su adquisición, elaboración, dispensación y gestión. En la actualidad, gracias a la automatización de muchos de estos procesos y al impulso del desarrollo de la farmacia clínica en EEUU, el enfoque se ha reorientado hacia una asistencia centrada en el paciente, siendo la atención farmacéutica a pacientes frágiles y la continuidad asistencial la necesidad más demandada en el panorama actual.

La bibliografía publicada en relación al trabajo multidisciplinar entre geriatras y farmacéuticos (Gupta et al. 2013, Petrovic et al. 2016, Blachman et al. 2016) pone de manifiesto numerosas estrategias que promueven mejoras en la prescripción farmacoterapéutica en pacientes crónicos complejos. Sin embargo, para obtener buenos resultados, coinciden en señalar la necesidad de aplicar de manera conjunta varias de estas estrategias, además de que exista una fuerte implicación de los profesionales sanitarios y un elevado número de interacciones entre estos. Por otro lado, destacan la importancia de que exista confianza en las competencias de los profesionales implicados, así como la necesidad de establecer una clara definición de los roles y responsabilidades de cada miembro del equipo.

“Coinciden en señalar la necesidad de aplicar de manera conjunta varias de estas estrategias, además de que exista una fuerte implicación de los profesionales sanitarios y un elevado número de interacciones entre estos”

En el Hospital Universitario Puerta de Hierro-Majadahonda la colaboración geriatra-farmacéutico comenzó en el año 2012, cuando médicos geriatras, pertenecientes entonces al servicio de Urgencias, y el Servicio de Farmacia pusieron en marcha el proyecto “Atención Integral al paciente institucionalizado. Posteriormente, en 2015, esta alianza se materializó en un proyecto de telemedicina, que aún continua vigente, con un centro sociosanitario público. Más tarde, en 2016, se creó la Unidad de Atención al Paciente Institucionalizado (UAPI), con el objetivo de mejorar la atención al paciente institucionalizado en el servicio de Urgencias, coordinando su atención con el entorno residencial y los hospitales de apoyo, fomentando la recuperación funcional temprana y acortando los tiempos de estancia y agilizando la toma de decisiones. Esta intervención específica en el paciente institucionalizado promueve además la evaluación del paciente mediante escalas geriátricas, así como la conciliación y adecuación de la medicación, siendo esta última la actividad en la que interviene directamente el farmacéutico. En concreto, el farmacéutico realiza la conciliación, revisión y optimización de la farmacoterapia, evitando o alertando de posibles eventos adversos y errores de prescripción, y proponiendo modificaciones sobre el tratamiento habitual del paciente para su optimización al alta. Desde mayo de 2018 el farmacéutico está incorporado a tiempo completo al equipo de la UAPI, habiendo intervenido en ocho meses en el tratamiento de 659 pacientes (mayo-diciembre 2018), garantizando su continuidad asistencial, con 573 recomendaciones sobre el tratamiento prescrito en la UAPI y 533 intervenciones de cara al alta hospitalaria, muchas de ellas con un gran impacto clínico en seguridad y mejora del uso del tratamiento.

Existen multitud de herramientas y fuentes bibliográficas que apoyan la toma de decisiones en la intervención farmacéutica, pero, además, la estrecha colaboración geriatra-farmacéutico, mediante la cual comparten conocimientos y experiencia entre ambos servicios, hace que esta práctica se enriquezca. Desde nuestra experiencia, podemos concluir que la colaboración entre geriatra-farmacéutico, dentro del equipo multidisciplinar, establece una sinergia que:

  • Incrementa el potencial de intervención en el paciente anciano, promoviendo un uso seguro, eficaz y adecuado de la farmacoterapia a las necesidades del paciente.
  • Favorece la toma de decisiones de manera consensuada.
  • Mejora los circuitos de asistencia al paciente anciano, evitando traslados e ingresos hospitalarios innecesarios.
  • Requiere confianza mutua y grandes dosis de comunicación.