Los pacientes mayores con diabetes tienen un riesgo doble de desarrollar fragilidad
Laura Chivato
La tasa mundial de mortalidad por diabetes se ha duplicado en los últimos años y parece que aumentará dos tercios para 2030, según predicciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En todo el mundo se estima que hay 422 millones de adultos con diabetes, de los cuales el 80 por ciento son de países con ingresos medianos o bajos; y en 2012 se calcula que la diabetes causó directamente 1,5 millones de muertes y otros 2,2 millones fueron atribuibles a un nivel alto de glucosa en sangre. Además, la prevalencia de diabetes en mayores de 65 años es del 30 por ciento y más del 50 por ciento de los pacientes con diabetes son mayores de 65 años, según la doctora Olga Laosa, de la Fundación de Investigación Biomédica del Hospital Universitario de Getafe.
Todos estos datos son importantes teniendo en cuenta la fuerte relación que existe entre la diabetes y la fragilidad en las personas mayores. “La diabetes se sabe que aumenta el riesgo de fragilidad, lo multiplica por 2,5 y, a su vez, cuando uno tiene ya diabetes, la fragilidad es el principal predictor de desarrollo de deterioro funcional, incluso de muerte y hospitalización. Por lo que la relación entre ambas es muy potente”, explica el profesor Leocadio Rodríguez Mañas, jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario de Getafe y director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red Fragilidad y Envejecimiento Saludables (CIBERFES)
“Es decir, los pacientes con diabetes tienen un riesgo doble de desarrollar fragilidad, deterioro de la movilidad y deterioro para actividades básicas e instrumentales de la vida diaria, pero también multiplican su riesgo de desarrollar deterioro cognitivo y demencia. En definitiva, en la persona mayor la diabetes no mata, pero discapacita”, añade el profesor. Con él coincide la doctora Laosa: “cuando la diabetes afecta a las personas mayores, el enfoque cambia hacia el impacto sobre la capacidad funcional y la calidad de vida. La diabetes produce una disminución de la masa muscular conocida como sarcopenia, que junto con otros mecanismos es, en gran medida, un factor determinante en el desarrollo de la fragilidad y la posterior discapacidad. Un grupo de proyectos financiados por la UE, algunos de ellos recientemente finalizados y otros aún en marcha, han obtenido resultados que muestran los beneficios de las intervenciones innovadoras y multimodales en personas mayores con diabetes”.
“Los pacientes con diabetes tienen un riesgo doble de desarrollar fragilidad, deterioro de la movilidad y deterioro para actividades básicas e instrumentales de la vida diaria”
Por ello, y con el objetivo de ofrecer una alternativa a la práctica clínica habitual, el CIBERFES ha promovido el proyecto europeo Diabfrail-Latam, coordinado desde el Hospital de Getafe. Esta iniciativa pretende extender a los países latinoamericanos participantes (Argentina, Colombia, México, Perú y Chile) un modelo de tratamiento multicomponente que consiste en un programa de ejercicio físico, un programa educacional y nutricional y un ajuste de objetivos de glucemia y tensión arterial adaptados en personas mayores con diabetes tipo 2 muy vulnerables debido a su estado de fragilidad. “Lo que se busca es hacer un escalado de los resultados de otro proyecto previo financiado por la Unión Europea (UE) que era Midfrail -que terminó el año pasado- en el que se demostró el beneficio en términos de mejoría funcional de un programa de intervención en pacientes ancianos frágiles con diabetes tipo 2 en siete países europeos”, explica el profesor. “Ahora con Diabfrail-Latam -añade- queremos ver, con algunos pequeños cambios, si ese modelo de intervención es útil también en cinco países de América Latina para luego, en una fase posterior, hacerlo extensivo a toda la región.”
La pretensión de poner este proyecto en marcha en Sudamérica viene dada por la prevalencia de la diabetes en la región, un hecho que corrobora el profesor Rodríguez Mañas. “En Latinoamérica hay muchísima diabetes tipo 2 y, además, sus modelos sanitarios, junto con las condiciones socioeconómicas, son diferentes. En este sentido, una de las variables que tendemos a mirar son las posibles barreras al desarrollo de este tipo de programas”, destaca.
En total, se contará con la participación de más de 1.000 sujetos mayores frágiles y prefrágiles con diabetes tipo 2 (200 participantes en cada país), con el objetivo principal de evaluar la efectividad del programa multimodal en comparación con la práctica clínica habitual, en términos de cambios en la función física tras un año de seguimiento. Y es que ésta última, en opinión del profesor Rodríguez Mañas, presenta múltiples fallos, entre los que subraya que se ignora el pacto de la diabetes sobre discapacidad, por el que todo anciano que tenga diabetes estará bien evaluado cuando se le realice una evaluación funcional. Sin embargo, según él, ni el 10 por ciento de los mayores diabéticos tiene esta evaluación hecha.
En opinión del profesor Rodríguez Mañas, la práctica clínica habitual presenta múltiples fallos, entre los que subraya que se ignora el pacto de la diabetes sobre discapacidad
Además, existe una falta de evidencia científica en el abordaje de enfermedades en las personas ancianas. De hecho, se suelen extrapolar los resultados de ensayos clínicos realizados en adultos más jóvenes y ahí es donde radica el error, según la doctora Laosa. La especialista apunta que los objetivos de tratamiento de adultos más jóvenes no son los mismo que en ancianos, es más, incluso dentro de los sujetos mayores de 65-70 años, los objetivos difieren según su comorbilidad y, aún más importante, su situación funcional. “El foco de atención en las personas mayores debe ser el mantenimiento de la función para evitar la discapacidad, es decir, mejorar la calidad de vida del paciente. Por eso, nuestra intervención pretende mejorar la calidad de vida manteniendo o mejorando la situación funcional, mientras que la práctica habitual, en la mayoría de las ocasiones, no contempla la función como uno de sus objetivos prioritarios”.
Inclusión de los propios mayores
Teniendo en cuenta el perfil de los participantes, el proyecto se ha desarrollado por un amplio equipo multidisciplinar, fundamental en el abordaje del paciente mayor. En éste han colaborado desde académicos e investigadores hasta clínicos y responsables de salud.
El profesor Rodríguez Mañas cuenta que, además, no solo hay diferentes perfiles profesionales, sino que son parte del grupo de investigación asociaciones de personas mayores: “nos han ayudado a confeccionar el proyecto y el protocolo y nos han dado incluso sus ‘tips’ de qué cosas son para ellos importantes y que, por tanto, deberíamos medir”.
Por ello, uno de los socios es la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA), que a su vez tiene conexiones con organizaciones europeas y también con organizaciones de personas mayores en Latinoamérica. CEOMA ya ha participado en el diseño del protocolo y van a participar en la diseminación del proyecto utilizando los canales de las propias organizaciones de mayores.
Extrapolar a Sudamérica
La acogida en los países latinoamericanos está siendo, según la doctora Laosa, “enormemente positiva”. Sin embargo, teniendo en cuenta que Diabfrail-Latam parte del proyecto europeo Midfrail, es necesario desarrollar una serie de cambios para adaptar este a la realidad latinoamericana. En esta línea, se han llevado a cabo dos modificaciones. Por un lado, un programa de ejercicio “más sencillo” y que se pueda hacer en el domicilio, “de modo que no sea necesario ni tener en la proximidad centros donde puedan hacer ejercicios más o menos complejos”, resalta el profesor Rodríguez Mañas; y por otro lado, poner en marcha un sistema de monitorización de la actividad física a través de un dispositivo similar a un reloj, que permite saber si ha hecho el ejercicio durante el día, durante la noche, con qué intensidad, etc. “Esto nos puede dar una aproximación a la adherencia del sujeto al programa de ejercicio, una variable que nos interesa mucho evaluar”, explica este experto.
“Esto nos puede dar una aproximación a la adherencia del sujeto al programa de ejercicio, una variable que nos interesa mucho evaluar”
En este sentido, y además del sistema de monitorización, se dedicará tiempo y recursos humanos para realizar llamadas recordatorios a los sujetos participantes, así como para cuidar que cualquier problema que surja o duda respecto al ejercicio o la intervención, quede solucionada en el menor tiempo posible. “Para ello -sostiene la doctora Laosa-, habrá en cada centro responsables del proyecto que solucionarán estas dudas, así como en cada zona geográfica, unos responsables de ejercicio físico como consultores; además de utilizar cuestionarios que rellenarán los participantes de forma subjetiva para medir la adherencia”.
El proyecto cuenta con el apoyo expreso de entidades públicas de la región como el Ministerio de Salud de Chile, y la participación como socios firmantes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y de otras instituciones, como el Instituto Nacional de Geriatría de México (INGer), con responsabilidades directas en el diseño e implementación de políticas de salud y expertos en diabetes (Asociación Latinoamericana de Diabetes-ALAD) y fragilidad (Asociación Internacional de Gerontología y Geriatría -IAGG). De hecho, la participación de socios como la OPS está supeditada al apoyo por parte de los gobiernos de los países de América Latina y Caribe.
La experiencia chilena
Todo ello se pondrá en marcha el 1 de enero del 2019, aunque tal y como comenta el profesor Rodríguez Mañas, ya se han empezado a hacer reuniones para agilizar y ganar tiempo debido a las trabas burocráticas que puede haber después. Sin embargo, ya ha comenzado su andadura en Chile con un curso de formación de monitores centrado en la promoción del ejercicio físico y celebrado en la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, líder de la iniciativa en el país andino.
“En Chile, antes de que nos concedieran este proyecto, las autoridades sanitarias del país y el profesor Marín de la Universidad Católica ya nos habían contactado para la posibilidad de implementar allí otro programa de ejercicio, que es Vivifrail, que es el que se va a proveer aquí en Diabfrail-Latam. Este programa de ejercicio proviene de otro proyecto europeo que dirige el profesor Mikel Izquierdo y en el que yo participé, y es un programa de ejercicio, de actividad física para ancianos frágiles”, recalca el profesor Rodríguez Mañas.
“Ellos estaban interesados en ponerlo en marcha y por eso en Chile vamos un poquito más adelantados –añade-, porque ya habíamos hecho contactos preliminares también con la administración chilena. Estuvimos hablando con el ministro de Salud con la idea de hacer este programa Vivifrail, extensible luego a todas las regiones de Chile”.
Todo ello, para este experto, demuestra una vez más que España lidera programas de investigación en envejecimiento y fragilidad europeos y que, por tanto, esto es uno de los valores de los investigadores españoles en el ámbito internacional de la investigación.