Guillermo Fouce: “Es absolutamente necesario atender la soledad y poner alternativas”

La edad aumenta la probabilidad de vivir en soledad

Laura Chivato Isabel

2.000.000 de personas mayores viven solas en España, según datos del INE de 2019, una situación que, a priori, no tendría por qué ser negativa si es deseada. Sin embargo, la llamada soledad subjetiva, la no deseada, es la que realmente preocupa a los expertos, quienes ya la califican de ‘epidemia’. Guillermo Fouce, vocal de Colegio Oficial de Psicología de Madrid y presidente de Psicología Sin Fronteras, tiene claro que es un problema que ya existía antes de la llegada del coronavirus COVID-19 aunque con la pandemia ha empeorado. Por este mismo motivo, este experto considera que “es absolutamente necesario atender la soledad y poner alternativas” para abordar tanto la que es deseada por la propia persona, pero, sobre todo, la no deseada, en la que se necesita mucho más apoyo.

Según el último informe del CSIC ‘Envejecimiento en red’, la edad aumenta la probabilidad de vivir en soledad, tanto que en España se viene observando en los últimos tiempos un incremento de los hogares unipersonales en personas mayores de 65 años. Durante los meses más duros del COVID-19, esto se tradujo en un aumento de la situación de soledad por parte de los mayores e incluso, “en muchas ocasiones”, en sentimiento de abandono, como indican diferentes autores en ‘Consecuencias de la soledad en las personas mayores por el COVID-19’.

“El coronavirus ha tenido un impacto importante porque ha significado aislamiento, tanto en los primeros meses como ahora con las medidas de protección de la salud. Lo que siempre cabe decir es que no habría que sumar al aislamiento físico, inevitable porque no se puede salir o mezclar con otras personas o actividades sociales, el asilamiento emocional; hay que buscar alternativas para que no se produzca”, explica Fouce, quien además es profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

“No habría que sumar al aislamiento físico, inevitable porque no se puede salir o mezclar con otras personas o actividades sociales, el asilamiento emocional”

Una de las alternativas que jugó (y juega) un papel clave en los meses de confinamiento fueron las nuevas tecnologías y los teléfonos, una manera de acompañar a los mayores sin ponerles en una situación de riesgo. No era raro ver en los diferentes medios de comunicación familias enteras realizando videollamadas para, precisamente, evitar esa situación de soledad.

Concepto triangular

A primera vista puede parecer que la soledad solo afecte al plano emocional de la persona y a su salud mental. Sin embargo, como señala el presidente de Psicología Sin Fronteras, la salud es un concepto triangular. ¿Esto qué quiere decir? Se trata de un triángulo en el que interrelacionan la salud física, la salud mental y la salud social. “Para estar sano, hay que equilibrar ese triangulo, se tiene que hacer una evaluación de las tres dimensiones”, comenta Fouce.

Tanto es así que, en los últimos años, diferentes estudios han demostrado una relación entre la soledad y la fragilidad. “Es precisamente el apoyo y el acompañamiento los que que llevan realmente a evitar la fragilidad o a responder mejor a estas situaciones”, subraya este experto.

“Es precisamente el apoyo y el acompañamiento los que que llevan realmente

a evitar la fragilidad”

Por su parte, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) comentaba esta relación de la siguiente manera: “La soledad es fruto de múltiples factores como pueden ser la jubilación, la disminución de las relaciones laborales y sociales, la emancipación de los hijos o la pérdida de los cónyuges. Desembocando en situaciones de fragilidad y aislamiento que producen un progresivo deterioro anímico y físico, llegando incluso a construir una causa de muerte prematura. Además, también puede producir depresión, problemas del sueño, aumento del riesgo de padecer alzhéimer y un incremento de la tasa de institucionalización. Situando a la soledad como un riesgo a la salud similar a los establecidos como factores de riesgo “clásicos”, como la obesidad o el colesterol”.

Una de las grandes olvidadas

A pesar de todo ello, la salud mental y la soledad no se han abordado de manera eficaz, tal y como apunta Fouce: “Se han generado alternativas para que la gente se proteja en lo físico y no se contagie porque es lo más visible, pero se ha trabajo mucho menos en evitar repercusiones emocionales o aislamientos”. Esta situación no sorprende a este especialista, para quien la salud mental, e incluso la social, es “una de las grandes olvidadas”. “No se invierten los recursos suficientes”, lamenta.

“Se ha trabajo mucho menos en evitar repercusiones emocionales o aislamientos”

Por ello, este experto aboga por la elaboración de un Pacto de Estado o un plan para poder abordar la soledad como la problemática que es y que en otros países ya han reconocido como tal, como en Reino Unido, donde cuentan con un Ministerio de la Soledad.

“Por ejemplo -destaca-, si se ha producido un problema físico, como una fractura de cadera, es necesario poner medios para que esa persona pueda seguir teniendo una vida lo más independiente posible aun con su problema físico y que esto no desencadene en soledad; si es un problema mental, un duelo, una depresión, intervenir de igual forma”.

“Además -añade-, es necesario generar espacios de acompañamiento, lo que implica trabajar con las personas para que quieran romper esa situación de soledad ofreciéndoles alternativas”.

Por parte de los mayores, es importante que mantengan una rutina en la que esté incluido el contacto con los seres queridos o formar parte de programas de acompañamiento con otros mayores. El acompañamiento rompe esas barreras de aislamiento, y cuando no se pueda realizar físicamente, se pueden utilizar las nuevas tecnologías (como la teleasistencia), la ayuda a domicilio o simplemente a través del teléfono”, resalta Fouce.

“El acompañamiento rompe esas barreras de aislamiento”