Las personas que conviven con un paciente que sigue una intervención intensiva para perder peso también se benefician de dicha intervención
Laura Chivato Isabel
Los datos hablan por sí solos: la obesidad restará 2,6 años de vida a los españoles en 2050, según la Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad (SECO). En el caso de los niños, España se sitúa entre los países con una de las mayores tasas mundiales de obesidad infantil, y esto, en el futuro, se traduce en adultos con un mayor número de problemas de salud. Para prevenirlos es fundamental seguir un estilo de vida saludable basado en una buena alimentación y actividad física, unos hábitos en los que la evidencia ha demostrado que el entorno tiene una gran influencia, ya que “los hábitos y la conducta alimentaria de los padres llevan a sus hijos a desarrollar estrategias específicas de alimentación, esto es, a la definición de conductas alimentarias propias”, como subrayan diferentes investigadores. Esto podría explicarse de ‘mayores a pequeños’, pero ¿qué sucede al revés en términos generales? ¿cómo se comporta el núcleo familiar cuando una persona con obesidad comienza una dieta para perder peso?
Un equipo de médicos del Hospital del Mar y de investigadores del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM-Hospital del Mar) y del CIBEROBN, en colaboración con el IDIAPJGol, el Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili (IISPV), el IDIBELL, el IDIBAPS y el Hospital Universitari Sant Joan de Reus, ha publicado recientemente en la International Journal of Obesity un estudio en el que se ha evidenciado que las personas que conviven con un paciente que sigue una intervención intensiva para perder peso también se benefician de dicha intervención. A esta conclusión se ha llegado después de dos años de trabajo en el que se contó con 148 familiares de pacientes incluidos en el programa PREDIMED-Plus (PREVención DIeta MEDiterránea), un estudio multicéntrico basado en una intervención intensiva centrada en la dieta mediterránea y la promoción de actividad física para la reducción de peso. En cuanto a los pacientes, participaron un total de 117 personas con obesidad y alto riesgo cardiovascular.
Las personas que conviven con un paciente que sigue una intervención intensiva para perder peso también se benefician de dicha intervención
“La intervención obtuvo efectos más allá de la pérdida de peso en el paciente, y se extendió a su entorno familiar, ya que se produjo un efecto ‘contagio’ beneficioso’ de pérdida de peso y mejora de los hábitos dietéticos, lo que demuestra que, entre las múltiples intervenciones dietéticas posibles para perder peso, la que se basa en dieta mediterránea por concepto es más compartible y ‘contagiosa’ en un entorno familiar”, señala el doctor Albert Goday, investigador principal del proyecto, jefe de sección del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital del Mar e investigador CIBEROBN.
“Es decir que -añade el doctor- el efecto beneficioso de la intervención en uno de los miembros de la unidad familiar se puede extender al resto de miembros de esta unidad, hecho que es altamente relevante a la hora de reducir la carga de la obesidad sobre el sistema de salud pública”.
“El efecto beneficioso de la intervención en uno de los miembros de la unidad familiar se puede extender al resto de miembros de esta unidad”
Más adherencia a la dieta mediterránea
Durante los años de trabajo en los que se involucraron los familiares (tres de cada cuatro eran la pareja del paciente y el resto, hijos, padres, hermanos o tenían algún otro grado de parentesco), se demostró cómo estos también perdían peso a la vez que lo hacía el paciente incluido en la intervención. Así, en el primer año, mientras los pacientes perdían 5,10 kg, sus familiares perdían de media 1,25 kg en comparación con los familiares de los pacientes del grupo de control que no seguían la intervención; y ya en el segundo, 6,79 kg de pérdida por parte de los pacientes y casi 4kg en el caso de los familiares, datos que mejoraban en los casos en los que el familiar comía con el paciente y cuando era este último quien cocinaba.
Además, según un cuestionario que valoraba el seguimiento de los patrones dietéticos de la dieta mediterránea, los familiares fueron más adherentes a esta, tal y como explica Olga Castañer, última firmante del trabajo e investigadora del Grupo de investigación en Riesgo cardiovascular y nutrición del IMIM-Hospital del Mar y del CIBEROBN: “A la pérdida de peso, hay que añadir una mayor adherencia a la dieta mediterránea, que tiene beneficios intrínsecos para la salud, como la protección contra riesgos cardiovasculares y neurodegenerativos”.
“A la pérdida de peso, hay que añadir una mayor adherencia a la dieta mediterránea”
En el caso al ejercicio, aunque también incrementaron de “forma significativa” sus niveles de actividad física, no tuvo tanto éxito entre los familiares, pues según Castañer, “no se observa el mismo efecto contagio por lo que respecta a la actividad física entre los pacientes y sus familiares”.
Obesidad y coronavirus
Si los hábitos saludables ya eran importantes, ahora en este contexto de COVID-19 se podría decir que lo son aún más (si cabe). Y es que entre las personas con exceso de peso, además de tener más riesgo frente al contagio, su pronóstico empeora y el riesgo de mortalidad es mayor. Es más, el 80 por ciento de los pacientes graves de COVID-19 (que precisaron intubación, ventilación mecánica en la UVI y/o fallecieron) eran obesos, según un estudio de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), dejando claro que “la obesidad es el principal factor de mal pronóstico en la infección por COVID19”, como subrayaba la doctora Susana Monereo, secretaria de la SEEDO.
En este sentido, las personas con exceso de peso tienen un 46 por ciento más de riesgo de contagiarse de coronavirus; además, estos pacientes cuentan con un 78 por ciento más de riesgo de ingreso en UCI y su riesgo de mortalidad es un 48 por ciento superior, según el doctor Albert Lecube, vicepresidente de la Sociedad Española de Obesidad y jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Arnau de Vilanova (Lleida).
Las personas con exceso de peso tienen un 46 por ciento más de riesgo de contagiarse
de coronavirus
Sin embargo, parece ser que la población general no conoce este peor pronóstico en las personas obesas, tanto que, solo el 50,9 por ciento de los encuestados en el estudio de la SEEDO afirmaba saber o haber escuchado que el exceso de peso puede ser un factor de mal pronóstico si desarrolla la COVID-19, un porcentaje que aumentaba (67,3%) entre los más jóvenes (entre 18 y 24 años). En este sentido, el doctor Lecube hacía hincapié en la necesidad de que el riesgo que supone el exceso de peso en la COVID-19 deba ser difundido como medida preventiva para “ayudar a combatir la ganancia ponderal en nuestra sociedad”.