“La cronicidad exige un pacto con el sector de la dependencia y de las residencias”

Carlos González Bosch, presidente de la Comisión de Sanidad de la CEOE

Redacción

Decía Winston Churchill que prefería ser optimista porque no parece muy útil ser otra cosa. Carlos González Bosch apela a esa cita cuando habla de cronicidad. Hace dos años que la CEOE publicó el Libro Blanco de la Sanidad y algunas de sus recomendaciones más importantes parecen haber caído en saco roto. Hoy, la opinión de González Bosch sigue siendo la misma que entonces: el sistema sanitario español necesita un cambio radical, no en su vertiente asistencial, sino en la gestión de muchos de sus aspectos.

Pregunta. El Libro Blanco de la Sanidad de la CEOE señalaba que “cronicidad y mayor edad configuran los factores clave del sobrecoste sanitario”. La cronicidad está en todos los discursos oficiales, pero ¿se está abordando de manera efectiva la cronicidad como reto principal del sistema sanitario? 

Respuesta. Las limitaciones económicas vuelven a presentarse como el primer elemento en el que nos tenemos que fijar. Nosotros en el Libro Blanco siempre defendimos que no hay un espacio sanitario y uno de asuntos sociales, sino que hay un espacio socio-sanitario. Hay que trabajar en ese ámbito, pero sucede que en Asuntos Sociales la dotación es mínima. Como consecuencia, todo se está realizando en base al esfuerzo de los familiares del enfermo, de la propia dotación de pensión del enfermo o de quienes tienen ingresos suficientes para costearse una residencia. Hemos empezado una primera fase, que creo que es positiva, que es hablar del problema de la cronicidad, del espacio socio-sanitario, pero la segunda tiene más que ver con lo que yo siempre echo en falta en la sanidad española, que es la gestión. Muchos administradores de nuestro sistema público de salud se olvidan de que la gestión es indispensable para poder optimizar y ser eficiente y sobre todo porque es una obligación. Con lo cual, yo diría que estamos en una fase embrionaria, que vamos muy despacio, pero que probablemente la propia insuficiencia de los recursos que tenemos nos hará ir más deprisa en este terreno.

P. Ha mencionado la coordinación socio-sanitaria. ¿Qué espera de la “puerta única de entrada” que la ministra de Sanidad prometió al llegar al cargo?

R. La ministra, que me consta que conoce bien el Libro Blanco, tiene un concepto interesante, pero plasmar eso en la realidad, teniendo en cuenta que las competencias no son suyas, será muy difícil. No es que no haya recursos, es que no hay sensibilidad de gestión. Seguimos hablando de compartimentos estancos. Las consejerías deberían ser Consejerías de Sanidad y Asuntos Sociales, como el Ministerio, pero en muchas autonomías están separadas, las de Sanidad dotadas de unos recursos suficientes para atender el día a día y las de Asuntos Sociales normalmente sin recursos o con recursos mínimos. Sin sensibilidad en la gestión no podemos seguir recorriendo etapas. Y no sólo no hay sensibilidad, sino que incluso en aquellas autonomías donde se ha avanzado algo, como en la valenciana, ahora los gestores públicos quieren cortocircuitar esos avances bajo el prisma de que se está privatizando la sanidad. No se está privatizando nada, se está gestionando la sanidad de una forma eficiente teniendo en cuenta que los hospitales siguen siendo de titularidad pública y los pacientes siguen siendo pacientes del sistema. Y los datos además aseveran que la eficiencia de esa gestión desde el punto de vista económico es importante.

“No es que no haya recursos, es que no hay sensibilidad de gestión. Seguimos hablando de compartimentos estancos”

P. Habla usted de una sensibilidad, pero quizá el problema es que hay 17…

R. Claro. Ese es el problema. Me apena que cuando hacemos esfuerzos como los que hemos hecho en el Libro Blanco, que no sólo describe la situación de la sanidad en España, sino que también da alternativas y soluciones, esas alternativas y soluciones de alguna manera queden apartadas porque provienen de una organización empresarial. Nadie tiene más interés que los empresarios en que la sanidad funcione en temas como cronicidad y la dependencia.

P. El Libro Blanco reclamaba medidas estructurales de hondo calado en varios terrenos. A nivel político hablaba de “priorizar la sanidad y los servicios sociales”. ¿Está siendo así?

R. Se habla de ello, lo cual es bueno, pero no hay aún sensibilidad. Por tanto, estamos en una situación ecléctica. No vemos un avance real, y esta legislatura está pasando prácticamente en blanco porque algunos gobiernos autonómicos se están dedicando más a una lucha ideológica que a los problemas reales. Hay otras que no, pero la verdad es que el panorama es bastante decepcionante. Y es que, al margen de la priorización, el Libro Blanco recalcaba la necesidad de “despolitizar” la sanidad, que es el elemento básico que creemos que está conformando un ambiente que no es el adecuado para avanzar en la eficiencia de la gestión del sistema.

P. Difícil objetivo…

R. Difícil porque seguimos hablando con políticos que parece que están en una realidad virtual.

P. ¿Qué se le puede pedir a un político para que no politice la sanidad?

R. No se le pide que no tenga ideas políticas. Puede tener las ideas que crea convenientes, y además tener claro que la colaboración público-privada no es obligatoria. Puede utilizarla o no, pero si no la utiliza debe responder de cuál es su método para gestionar. No está en el Libro, pero desde la CEOE pedimos en su momento una auditoría del SNS para ver si se está gastando de manera correcta, adecuada y eficiente el dinero. En mi opinión, un político responsable debería aceptarlo con gusto, porque forma de su responsabilidad. Además, una auditoría sería buena para saber dónde tenemos que incidir.

P. La reforma a nivel financiero solicitaba alinear las partidas en sintonía con el contexto europeo. ¿Qué perspectivas ve en el horizonte?

R. En España pasa una cosa curiosa. El gasto sanitario no es muy alejado del europeo. Probablemente estemos a medio punto, como mucho. Lo que ocurre es que la sanidad privada ocupa un montante importante. En España prácticamente estamos en el 9,5 por ciento entre la sanidad pública y la privada: la pública está entre el 5,8 y el 6 por ciento y la privada en torno al 3,5 por ciento, una cifra muy elevada. A mí me parece bien que se aumenten los recursos para la sanidad pública, pero con una salvedad. Si no hacemos una auditoría para saber si estamos gestionando bien los recursos, ¿cómo podemos decir cuánto? ¿Y dónde lo destinamos? ¿Y cómo?

“El gasto sanitario no es muy alejado del europeo. Probablemente estemos a medio punto, como mucho, lo que ocurre es que la sanidad privada ocupa un montante importante”

P. A nivel organizativo la clave era “orientar el modelo a la cronicidad”. ¿Quién lo está haciendo de manera más decidida?

R. Vuelvo a decir que no aprecio un avance sustancial. Es verdad que estamos en una fase en la que empieza a haber sensibilidad, pero esa sensibilidad se tiene que traducir en gestión. Si no somos capaces de pensar que el enfermo crónico en España, por la pirámide demográfica, va a ser en el futuro un elemento absolutamente desestabilizador del sistema si no se gestiona correctamente, estaremos construyendo castillos en el aire.

P. Y en el tiempo…

R. Absolutamente, porque el tiempo nos acucia.

P. Entonces, ¿hacia dónde hay que ir?

R. En mi opinión, la cronicidad exige un pacto con el sector de la dependencia y de las residencias. El sector de las residencias tiene una potencia económica importante, pero es embrionario en cuanto a su relación con la Administración pública. La mayoría de las veces su relación ha sido con lo privado. Y creo que están en condiciones de dar una respuesta muy adecuada a los problemas de cronicidad. Junto con el de la dependencia, ambos sectores están capacitados para dar esa atención y a muy buen precio. Algunas consejerías, de hecho, lo están haciendo. Me viene a la cabeza el ejemplo de La Rioja. Es verdad que lo que pagan es muy poco, pero bueno es que se empiecen a dar pasos en ese sentido.

P. Debo decir que, cuando le pregunté que comentara quién está apostando de manera decidida por la orientación del modelo a la cronicidad, me sorprendió que no mencionara al País Vasco…

R. El País Vasco es el modelo y un ejemplo a seguir, por supuesto que sí, pero parte de dos ventajas: su número de habitantes es muy pequeño y tiene unos recursos muy superiores al resto de autonomías: casi 600 euros más por paciente. Es decir, el País Vasco tiene la sensibilidad y también tiene los recursos. Ahora es preciso que otras autonomías también los tengan. Y la vía que yo defiendo es el acuerdo con este tipo de entidades, porque dotaríamos al crónico de una seguridad magnífica en su asistencia. Hace falta un plan integral, y ese plan integral tiene que salir de un acuerdo en el Consejo Territorial de Servicios Sociales.

P. ¿Con carácter ejecutivo?

R. No tiene por qué. Basta con que trace las líneas maestras de lo que podría ser la asistencia integral de un enfermo crónico, en las circunstancias que ese enfermo necesita esa respuesta, porque desde la sanidad pública no se puede dar.

P. A nivel normativo, ¿cree necesario legislar la cronicidad?

R. Me parece bien que haya una ley de crónicos, pero antes tenemos que saber cuál es la respuesta del propio sistema a la necesidad de atención de esas personas, bien en su casa o bien a través de la concertación con residencias, porque yo no veo más que esas dos soluciones. Ese para mí es el nudo gordiano. Es decir, esa ley no solo debe establecer los derechos, sino también establecer las capacidades del sistema para ajustarse a la respuesta a esos derechos.

P. O sea, que no se repita la ley de dependencia…

R. Claro. La propia ley decía que los cuidadores del enfermo no podían ser los familiares, y estamos aguantando todo un sistema de dependencia en base a su voluntarismo, probablemente porque no hay recursos suficientes para hacerlo de otra forma.

P. El Libro Blanco también apostaba por finalizar el proceso de transformación digital del Sistema Sanitario…

R. Es que es básico. En España ha ocurrido que el sistema público cortó de raíz las inversiones, mientras que la medicina privada las siguió haciendo. Como consecuencia, la medicina privada está en una situación envidiable para dar respuesta a cualquier demanda de la sociedad y la pública, no. Esta diferencia se agrandará aún más en el futuro, y tiene su origen en que, durante los años de la crisis, en vez decir a la sociedad que había que concertar, lo que se hizo fue seguir con un aparataje de hace años, y con otras cuestiones que también decía el Libro Blanco. Por cuestiones políticas hemos ido replicando los aparatos y los equipos y nos encontramos con una situación kafkiana: no podemos reponer los aparatos porque no hay recursos, pero por otra parte hemos comprado aparatos que no eran necesarios porque están en zonas muy próximas la una de la otra y encima solo los hacemos trabajar cuatro días a la semana. Así es muy difícil.