¿Cómo pautar hábitos saludables desde la consulta de Pediatría de AP en tiempos de pandemia?

Los pediatras de Atención Primaria han detectado un aumento de ansiedad en los niños

Redacción

Dificultad para dormir, miedo a salir a la calle, menos ejercicio, más pantallas, aumento del sobrepeso y obesidad… Éstas son sólo algunas de las consecuencias del confinamiento y de la situación generada por la pandemia de COVID-19 que los pediatras de Atención Primaria han visto en su consulta en los últimos meses. “La pandemia ha influido de forma muy notable en los hábitos saludables de los niños, y ha afectado a todas las edades y grupos sociales”, ha explicado el doctor Luis Carlos Blesa, pediatra del Centro de Salud de Valencia Serrería II, durante su intervención en la inauguración del Curso de Actualización en Pediatría, organizado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap).

En cuanto a las consecuencias de este cambio de hábitos, el doctor ha señalado que “la impresión del colectivo pediátrico es que ha aumentado la obesidad y el sobrepeso en niños, y de forma notable. Quizá todavía no tengamos cuantificado con exactitud la intensidad o el porcentaje de aumento, pero las evidencias nos orientan en este camino, pues al realizar los controles de salud tras estos meses constatamos aumentos ponderales superiores a los esperados”.

“La impresión del colectivo pediátrico es que ha aumentado la obesidad y el sobrepeso en niños, y de forma notable”

Del mismo modo, este experto ha subrayado que ha aumentado el sedentarismo y disminuido la actividad física, “tanto en el ámbito lúdico como en el del deporte”.

La otra intervención de la jornada inaugural del curso ha corrido a cargo de la doctora Concepción Bonet, pediatra del Centro de Salud Segre, en Madrid. Bajo el título ‘Esa visible oscuridad’, inspirado en una novela de William Styron sobre la depresión, ha hablado sobre la “época oscura que estamos pasando todos, también los niños”. Tras los meses de confinamiento, los pediatras de Atención Primaria han detectado un aumento de “ansiedad de los niños: dificultad para dormir, miedo a salir a la calle… también trastornos de sueño y trastornos de ansiedad por separación con familiares graves o ingresados”.

Pronto para cuantificar, buen momento para actuar

Como en el caso de las secuelas físicas en niños, la doctora Bonet ha comentado que quizá es pronto para cuantificar el daño psicológico, pues sólo existen datos parciales. “Según encuestas de asociaciones de psiquiatras y psicólogos, el 85 por ciento de los padres refirieron haber tenido un buen confinamiento con algún malestar en los niños leve. Sin embargo, en la Universidad Miguel Hernández (Elche) publican que el 67 por ciento de los padres han referido malestares en sus hijos de tipo psicológico. No sabemos si se trata de patología o de un proceso adaptativo”, ha indicado. Por otra parte, destaca que “en Madrid, el Hospital Niño Jesús ha registrado un 20 por ciento más de consultas urgentes de Psiquiatría en el período post confinamiento y el Hospital San Juan de Dios, en Barcelona, un 40 por ciento más de ingresos en 2020 con respecto al 2019 en Psiquiatría. Estas urgencias hospitalarias han atendido a más adolescentes de 12 a 16 años, sobre todo con trastornos de conducta alimentaria. Pero aún no podemos interpretar estos datos, pues otros centros, como el Hospital de Santa Cristina de Madrid, que también ha recibido consultas psiquiátricas, ha notado una disminución de consultas en adolescentes”.

A estos datos se han unido esta semana algunos de los que indica la encuesta del CIS sobre los efectos psicológicos de la pandemia. En el apartado sobre la infancia, el 52,2 por ciento de los padres que han convivido con sus hijos menores ha percibido cambios en la forma de ser de estos. El 72,7 por ciento de los que han notado alguna alteración asegura que estos han mostrado “cambios de humor” y un 30,4 por ciento cambios en el sueño”.

El 52,2 por ciento de los padres que han convivido con sus hijos menores ha percibido cambios en la forma de ser de estos

La doctora Bonet ha destacado que tanto estos efectos psíquicos como las secuelas físicas derivadas del aumento de peso se han observado en todas las edades, pero de forma más acusada en niños y niñas de 7 a 12 años.

En este escenario, ambos profesionales coinciden en el camino a tomar: fortalecer la prevención, especialmente relevante desde la consulta de Atención Primaria. Para la doctora Bonet, “aún tenemos pocos datos, pero sí lecciones aprendidas: hay que ser más sensibles con la infancia y tomarse la COVID-19 como una oportunidad para imaginar un tipo de sociedad mejor para todos, pero especialmente para la infancia, aunque nos parezca lejana y utópica. Un tiempo para repensar nuestro sistema sanitario y social”. En esta búsqueda, “lo más importante es prevenir. Hay un cuello de botella importante en las mejoras de la atención porque no está llevado por técnicos, sino por políticos”, ha señalado la doctora Bonet, para quien la atención sanitaria a los niños y niñas no debería estar exclusivamente centrada en la enfermedad.

El doctor Blesa ha explicado que “mientras la incidencia de la COVID-19 sea elevada, está limitado el acceso presencial a los centros de salud, lo que resiente las actividades preventivas o las diagnósticas terapéuticas consideradas no prioritarias o urgentes, como atender el exceso de peso”. En este contexto, la consulta telefónica puede ser una herramienta”. Pero, sobre todo, ha añadido que “el papel del pediatra de Atención Primaria y de la enfermería pediátrica es y debe ser siempre relevante en todos los aspectos relacionados con la salud infantojuvenil. Y no olvidemos que nuestro rol preventivo es igual de importante que el terapéutico”.

La doctora Bonet concluye con dos reflexiones, dirigida a los pediatras y a los padres de niños y niñas. “A los pediatras, les diría que nuestra formación, centrada en la enfermedad, está obsoleta. Hay que levantar la mirada y centrarnos en los determinantes socioeconómicos, ecológicos y emocionales que se sabe, desde hace años, son los que nos hacen resilientes o vulnerables. Como pediatras tenemos que formarnos mejor en aspectos de salud mental, ya que las consultas en malestares ‘psi’ son cada vez más más frecuentes. Tenemos que saber más de patología crónica en niños y empezar a escucharlos a ellos y a sus padres para saber cómo quieren ser atendidos”. Al mismo tiempo, “a los padres les diría que reflexionaran qué es para ellos ser niño y lo poco que dura esta etapa crucial. Reflexionaría sobre sus necesidades y derechos (disponer de un tiempo adecuado con sus padres de calidad, menos tiempo conectados a redes virtuales, aire puro, contacto con la naturaleza, juego libre, ejercicio regulado, alimentación sana, sueño reparador suficiente, etc). Hay que repensar el sistema educativo. Hay que tener espacios para estar en familia disfrutando y aprendiendo valores”.

“Como pediatras tenemos que formarnos mejor en aspectos de salud mental, ya que las consultas en malestares ‘psi’ son cada vez más más frecuentes”

El trabajo nos espera; el crecimiento de nuestros hijos, no. Además, los padres tienen que hacerse corresponsables de la salud de sus hijos. Puede que sin querer, les hayamos hecho indefensos, quizá por medicalizar la normalidad y la vida. Y eso hay que enmendarlo”, ha asegurado.