Consecuencias del coronavirus en la Salud Mental

La opinión del doctor Vicente Gasull Molinera, presidente Autonómico de SEMERGEN de la Comunidad Valenciana y Coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental de SEMERGEN.

La ansiedad, equiparándola al concepto de angustia, la podríamos definir como “el miedo a no saber qué”. Es un sentimiento proyectado en el futuro, la anticipación de una amenaza; sentimos angustia/ansiedad frente al futuro, bien sea inmediato, mediato o trascendente. El futuro es el tiempo del proyecto, del deseo, de la esperanza; pero también lo es de todo lo malo que ha de sucedernos: las dificultades, las perdidas, la enfermedad, la muerte, etc. Vivir humanamente implica una cierta angustia/ansiedad basal, pero el COVID-19 nos ha aumentado de un modo espectacular todas estas amenazas y temores:

  • Nos encontramos ante una situación nueva, desconocida, de la que día a día vamos aprendiendo, pero que entraña un riesgo importante, un riesgo al contagio de una enfermedad que no es simplemente una gripe, pues la realidad es un gran número de contagiados y muertes.
  • El COVID-19 nos ha hecho perder todas las certezas, creíamos tener un Sistema Sanitario todopoderoso y nos hemos visto al borde del colapso en cuestión de menos de dos meses.
  • A la incertidumbre en el Sistema Sanitario, y por ende en la protección de la salud, se suma la incertidumbre en el futuro laboral y económico. Todas las previsiones auguran una recesión económica de una magnitud, a día hoy, imprevisible.
  • Nos hemos enfrentado a la pandemia con unos medios de protección pírricos, fruto de la falta de previsión y con una demora en poder disponer de ellos considerable (incluso, me atrevería a decir que a día de hoy todavía son deficientes). Esto, en los profesionales sanitarios, nos ha llevado a sentirnos abandonados a nuestra suerte por aquellos que nos debían de proteger, nuestros gestores, la Administración.
  • El COVID-19 nos ha obligado al confinamiento y con ello nos ha cambiado nuestro modo de vida, nuestras rutinas, aportándonos el sentimiento de soledad, que es más intensa y generadora de disconfort en aquellos que, por padecer la enfermedad, tienen que estar ingresados en un centro hospitalario, en los hoteles medicalizados, etc., con el temor a morir en soledad, sin la compañía de sus seres queridos, y en estos, el desasosiego de no saber de ellos.
  • En el trabajo se reducen los contactos y se vive con la incertidumbre de la posibilidad del contagio. En los profesionales de la salud se une la incertidumbre de no saber si al paciente que estás atendiendo, en la consulta o en el domicilio, será un paciente asintomático o un portador, a pesar de que la queja no tenga nada que ver con síntomas compatibles con COVID-19.
  • Pero la repercusión más importante, tanto en los profesionales de la salud como en los profesionales que desarrollan actividades esenciales, se produce a nivel de la vida familiar, donde se tiene miedo a ser la fuente de contagio de los tuyos y por ello se evitan las relaciones familiares, se tiende al aislamiento y se merma la posibilidad de comunicación y el apoyo emocional.
  • En el medio sanitario, la pandemia ha dado lugar a una carga laboral intensa, física y emocionalmente, más manifiesta en el medio hospitalario pero también en Atención Primaria, con una carga laboral atípica, donde la atención presencial, fundamentada en la  medicina basada en la evidencia,  ha dejado paso, mayoritariamente, a la atención telefónica, con las dudas que genera, los avisos a domicilio con medios de protección limitados, demandas de asistencia emocional por el sufrimiento generados por duelos en soledad, pacientes con procesos psíquicos que se descompensan, pacientes con padecimientos crónicos en los que tememos que se descompensen , etc. Todo esto puede llevar a un continuo estado de alerta y a una autoexigencia desmesurada, “querer resolverlo todo”, que es sin duda una fuente de ansiedad.

Por todo ello, se augura que el COVID-19 genere toda una avalancha de procesos de malestar psicológico, trastornos de ansiedad, trastornos depresivos y cuadros similares al trastorno de estrés postraumático, al igual que ha sucedido en anteriores epidemias. El Sistema Sanitario va a tener que hacer frente a esta situación y la Atención Primaria, como puerta de entrada al sistema sanitario, será la primera “trinchera”.

Pero no quiero terminar dando la impresión de agorero, de que todo es negativo. Nos hemos enfrentado a situaciones difíciles y hemos salido de ellas, nos crecemos ante las adversidades. Por ello hemos de aceptar la situación actual, saber que nos vamos a enfrentar a una carrera de fondo y que en ella van ser fundamentales los principios que siempre han guiado a la profesión sanitaria, profesionalidad y dedicación a los demás, así como la solidaridad y el apoyo emocional que nos brindemos unos a otros.