Los datos hablan por sí solos ante la necesidad de establecer estrategias de prevención
Laura Chivato Isabel
Como comentaba la doctora Patricia de Sequera, presidenta de la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.), en un artículo publicado con anterioridad en ACP, “la pandemia ha creado un escenario completamente nuevo que nos plantea nuevos y continuos retos para la actividad de la nefrología española”. Y es que es innegable que la llegada del coronavirus afectó al Sistema Nacional de Salud (SNS) de una manera sin precedentes y esto es algo que los Servicios de Nefrología vivieron de igual modo. Esta situación provocó que la calidad de vida de los pacientes con enfermedad renal crónica (ERC) se viera también menoscabada, teniendo en cuenta, además, que forman parte del colectivo vulnerable y de riesgo frente al COVID-19. Por ello, Daniel Gallego, presidente de la Federación Nacional de Asociaciones para la Lucha Contra las Enfermedades del Riñón (ALCER), insiste en que “vivir bien con enfermedad renal en el contexto de la pandemia significa estar vacunado frente al virus”.
En el marco de la campaña ‘Vivir bien con enfermedad renal’ puesta en marcha por ALCER con motivo del Día Mundial del Riñón, el presidente de la Federación explica que la calidad de vida de cualquier persona con enfermedad renal se ha visto afectada por la disrupción en la calidad asistencial de los sistemas de salud, “y han comprometido el diagnostico, seguimiento y monitorización de las enfermedades renales”. “Queremos poder seguir con nuestras actividades diarias y sociales a pesar de la enfermedad renal, esa es la única manera de vivir bien con ERC”, apunta.
“Queremos poder seguir con nuestras actividades diarias y sociales a pesar de la enfermedad renal, esa es la única manera de vivir bien con ERC”
Por su parte, la presidenta de la S.E.N. remarca la necesidad de que estos pacientes sean considerados como prioritarios en la vacunación. “Me gustaría destacar la afectación especial que la COVID-19 ha demostrado en las personas con enfermedad renal crónica, con importantes consecuencias y complicaciones en los pacientes que tenían algún problema renal y que se han visto infectados por el virus”, resaltaba la doctora de Sequera en el artículo anteriormente mencionado.
Concretamente, y según ALCER, en España la tasa de contagio de los pacientes en tratamiento renal sustitutivo (TRS) (es decir, diálisis o trasplante) ha alcanzado un índice del 5 por ciento -más alto que la población en general-, y una tasa de mortalidad superior al 25 por ciento del total de pacientes en TRS contagiados; en el caso de los pacientes en hemodiálisis, los más afectados, asciende aún más hasta llegar al 30 por ciento. En este sentido, desde la Federación subrayan que la vulnerabilidad de estos pacientes se ha demostrado “muy alta” debido a la imposibilidad del distanciamiento y confinamiento social, y la necesidad de desplazarse a los centros sanitarios varias veces a la semana para acudir a las sesiones de terapia renal.
La buena noticia es que José María Vergeles, consejero de Sanidad y Servicios Sociales de la Junta de Extremadura, anunció el pasado miércoles 3 de marzo tras la celebración del Consejo Interterritorial de Sanidad que se establecerá un nuevo grupo de priorización que incluye a los pacientes crónicos de alto riesgo tras los mayores de 80 años. Según las palabras del consejero, este grupo incluye “a las personas trasplantadas, a las que tienen que realizarse diálisis por una enfermedad renal crónica, a los pacientes oncológicos en tratamiento o a los pacientes, en general, inmunodeprimidos”.
Prevención y hábitos saludables
Los datos hablan por sí solos ante la necesidad de establecer estrategias de prevención frente a la enfermedad renal crónica, y es que la prevalencia de esta ha aumentado un 30 por ciento durante la última década y el número de personas en tratamiento renal sustitutivo en España ya supera las 1.350 personas por millón de población (pmp); además, la incidencia sigue creciendo y se sitúa ya en 152 pmp, lo que supone que más de 7.100 personas iniciaron diálisis o trasplante en 2019, el último año registrado, según ALCER.
“Este aumento de la prevalencia e incidencia de la ERC se relaciona con factores de riesgo como la diabetes y la enfermedad cardiovascular (responsables del 50% de los casos), la obesidad, la hipertensión arterial o el tabaquismo, muchos de los cuales podrían prevenirse con la adopción de unos hábitos de vida saludables, que permitirían frenar su avance”, señalan desde la Federación.
“Muchos [factores de riesgo] podrían prevenirse con la adopción de unos hábitos de vida saludables, que permitirían frenar su avance”
En esta línea se mostraba también la presidenta de la S.E.N. en el artículo de ACP: “Es necesario abordar el problema de la ERC desde la prevención y el diagnóstico precoz, promoviendo estrategias y actuaciones dirigidas a reforzar la Atención Primaria, y a fomentar hábitos de vida saludable, desde la infancia, para así prevenir sus factores de riesgo (tabaco, obesidad, sedentarismo…) y frenar su crecimiento en las nuevas generaciones”.
En un estudio desarrollado por el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid se demostraba que la adherencia a la dieta mediterránea, rica en vegetales, frutas, frutos secos y aceite de oliva, entre otros, se asocia a un menor riesgo de deterioro de la función renal en las personas mayores de 60 años. En concreto, los resultados del estudio señalaron un aumento de la protección renal en personas que presentaron una alta adherencia a esta dieta.
Incluso estos hábitos saludables son importantes cuando el paciente con ERC se contagia de COVID-19, pues si ya de por sí la mitad (50,7%) de los pacientes en hemodiálisis padece desnutrición moderada, severa o extrema, el proceso inflamatorio va a agravar aún más dicha desnutrición. En palabras de la doctora Guillermina Barril, jefa de Servicio de Nefrología en el Hospital Universitario de La Princesa: “si el paciente con ERC tiene facilidad para desarrollar desgaste proteico energético, más acentuado a medida que progresa la enfermedad renal crónica (estadios 3b, 4 y 5), cualquier proceso infeccioso y/o inflamatorio añadido a la fragilidad que presentan los hace más proclives a aumentar la que ya tenían o a desarrollarla”.
La mitad (50,7%) de los pacientes en hemodiálisis padece desnutrición moderada,
severa o extrema
Vivir bien con ERC en tiempos de COVID-19 significa estar vacunado, pero también significa, como recalca la doctora de Sequera, “educación para lograr un buen manejo de los síntomas y adherencia a los tratamientos, utilizar fuentes de información seguras, fiables y contrastadas, promover hábitos de vida saludables, ajustados a la situación de cada persona, aceptar la enfermedad y aprender a vivir con ella, preocuparse por una buena salud emocional, mantenerse activo y aprovechar para ayudar a personas en tu misma situación”.
“Desde la S.E.N. -añade- demandamos ayuda a las autoridades y a los líderes de opinión de nuestro país para dar a conocer y frenar la enfermedad renal crónica, que a pesar de afectar a una parte cada vez más importante de la población (unos siete millones de españoles) y tener un gran impacto en la expectativa de supervivencia y calidad de vida de los pacientes, sigue siendo una gran desconocida para la mayoría de la opinión pública”, destaca la doctora de Sequera.