Sí al ejercicio físico en esclerosis múltiple

Son diferentes lo estudios que evidencian “de forma clara y consistente” sus beneficios

Laura Chivato Isabel

Seguir unos hábitos de vida saludable es de obligado cumplimiento no solo para prevenir enfermedades, sino también para llevar un mejor control de estas. Sin embargo, en esclerosis múltiple (EM) tradicionalmente la práctica de ejercicio como parte de su abordaje ha sido “infrautilizada y objeto de controversiacomo explican en el estudio ‘Actividad física y deporte en esclerosis múltiple’ elaborado por Esclerosis Múltiple España. No obstante, a día de hoy son diferentes lo estudios que evidencian “de forma clara y consistente” los beneficios de la actividad física adaptada a cada paciente con EM, y así lo subraya también Josean Villanueva, director de Esclerosis Múltiple Navarra (Ademna), organización donde esta práctica está muy presente, tanto en sesiones individuales como en sesiones grupales.

“Los estudios publicados en los últimos años han demostrado que la realización de actividad física permite aumentar la reserva funcional ralentizando el deterioro a nivel físico conforme avanza la enfermedad; esto quiere decir que el deterioro será más lento si se parte de un nivel físico superior. Además, no solo se mejoran las capacidades físicas, también la satisfacción personal y autoestima, se reduce la sensación de fatiga y los riesgos cardiovasculares. En concreto, el ejercicio aeróbico potencia activar sustancias en el cerebro que fomentan la neuroplasticidad, que es la capacidad del sistema nervioso de generar nuevas conexiones”, explica Villanueva.

“Los estudios publicados en los últimos años han demostrado que la realización de actividad física permite aumentar la reserva funcional ralentizando el deterioro a nivel físico conforme avanza la enfermedad”

Algunos de los argumentos que se utilizaban para no darle importancia al ejercicio en EM eran que se incrementaba la temperatura corporal asociada al deporte y esto se vinculaba a su vez con un empeoramiento de los síntomas. Igualmente, se consideraba que el ejercicio físico suponía un gasto energético que podía agravar la fatiga y reducir la capacidad para realizar las actividades de la vida diaria. “A día de hoy, sabemos que el incremento de la temperatura del cuerpo durante el ejercicio físico remite tras el reposo y, por tanto, no afecta al transcurso de la enfermedad. Además, se ha comprobado que realizar ejercicio físico de forma regular puede ayudar a combatir algunos síntomas de la EM, entre los que destaca especialmente la fatiga”, detallan en el estudio mencionado anteriormente.

Hay que tener en cuenta que no se trata de reemplazar la rehabilitación, sino de un elemento más para mejorar la condición física de la persona con esclerosis y que esto influya de manera positiva en su salud. En este sentido, el director de Esclerosis Múltiple Navarra comenta que es “muy frecuente” ver a personas realizando ejercicio aeróbico o potenciación muscular en las sesiones, ya que además se fomenta la práctica de ejercicio físico desde el propio servicio de fisioterapia o incluso desde el de terapia ocupacional: “Consideramos que el ejercicio terapéutico tiene muchos beneficios en la autonomía y calidad de vida de los pacientes, y en esta línea, siempre se puede tener más en cuenta o mejorar las pautas que se dan desde nuestro servicio, prescribiendo más ejercicios domiciliarios o más incrustados dentro de la rutina diaria de las personas usuarias”.

¿Adherentes al ejercicio?

A pesar de que se hayan demostrado beneficios para los pacientes, podría decirse que estos todavía no son en su totalidad adherentes al ejercicio. Ramon Jesús Gómez i Illan, doctor en CC. de la Actividad Física y el Deporte, explica esto en un artículo publicado la plataforma EMFORMA, y basándose en un estudio de 2017, debido a la falta de confianza en sí mismos por parte de los pacientes junto con el poco conocimiento por su parte y la de los propios profesionales sanitarios sobre los efectos del ejercicio en la esclerosis múltiple, además de las dificultes de acceso al servicio y transporte. “En pacientes de edad más avanzada y con mayor grado de discapacidad, la capacidad de caminar, el grado de discapacidad y la fatiga percibida explicarían los niveles de práctica de ejercicio”, resalta.

Aunque los niveles de actividad física de las personas con esclerosis han crecido durante la última década, aún son más inactivos que la población sana. En este sentido, la adherencia a los programas de diferentes estudios supera el 80 por ciento, pero los datos de continuidad de los programas seis meses más tarde son escasos, y por tanto es necesario el diseño de estudios longitudinales que nos permitan comprobar la adherencia a los programas de ejercicio a largo plazo”, destaca Gómez i Illan.

“Aunque los niveles de actividad física de las personas con esclerosis han crecido durante la última década, aún son más inactivos que la población sana”

En la experiencia de la asociación Esclerosis Múltiple Navarra, el COVID-19 ha tenido un papel clave en la adherencia al ejercicio. Y es que, como cuenta Villanueva, los pacientes han sido más adherentes gracias a poder practicarlo de manera telemática a través del proyecto ACTIVA-T.

Nuestra entidad impulsó un proyecto denominado ACTIVA-T en el que se incluyen actividades físicas grupales tales como Pilates, Feldenkrais y método TAD. Este último es una nueva incorporación, sus siglas significan ‘Transición a la actividad deportiva’, y es una evidencia más de que nuestra entidad está comprometida con la realización de actividad física. Con la llegada del coronavirus, pese a que se perdió el componente social de la presencialidad, la realización de sesiones grupales telemáticas ha supuesto una mayor adherencia de las personas usuarias y un incremento de personas usuarias nuevas”, señala el director de Ademna.

“El confinamiento y el teletrabajo de los profesionales de la entidad en el comienzo de la pandemia -añade- supuso un cambio de enfoque y una mayor dedicación en la preparación de ejercicios y sesiones ya que las pautas tenían que ser online, sin posibilidad de realizar correcciones in situ. De este cambio de perspectiva se extrajeron conclusiones positivas y se entró en una sistemática de una mayor prescripción de ejercicios domiciliarios y una mayor exigencia a las personas usuarias de dirigir más su propio tratamiento”.