España, ante el reto de reasignar recursos para mejorar la gestión de las enfermedades crónicas

Cerca del 25% de la carga total de enfermedades en España en 2015, medida en términos de AVAD, podría atribuirse a factores de riesgo por comportamiento

Carlos Rodríguez

El principal reto al que se enfrentará el sistema sanitario español será la búsqueda de reformas estructurales para reasignar recursos con el fin de lograr una atención más eficaz y una mejor gestión de las enfermedades crónicas. Así lo asegura el ‘Informe sobre el Estado de la Salud en la UE 2017’, un trabajo con el que la Comisión Europea no ha pretendido dar instrucciones o recomendaciones a los estados miembro, sino dejar sobre su mesa datos suficientes que les permitan tomar mejores decisiones. En el caso de España, tales decisiones apuntan a la prevención, a los cuidados de larga duración, a la asistencia integrada y a la importancia de la Atención Primaria.

Hace tiempo que caló en Europa la idea de que, para asegurar que la Sanidad funcione correctamente, hoy y en el futuro, es necesario recabar más y mejor conocimiento sobre el funcionamiento de los sistemas sanitarios, sobre cómo se organizan y sobre cuánto cuestan. Esta idea fue el germen del ‘Informe sobre el Estado de la Salud en la UE’, una iniciativa bienal para la cual la Comisión Europea ha unido fuerzas con la OCDE y el Observatorio Europeo de los Sistemas y Políticas de Salud. Como tal, este informe se alternará con los trabajos, también bienales, de la OCDE en el campo sanitario: Health at a Glance se publicará cada año par; y el ‘Estado de la Salud’, cada año impar.

En el caso de España, el diagnóstico de la Comisión Europea parte de una noticia esperanzadora. La esperanza de vida alcanzó los 83 años en 2015, un incremento de casi cuatro años con respecto a los 79,3 del año 2000. Es actualmente la tasa más elevada de los países de la Unión Europea (la media es de 80,6 años) y la segunda del mundo, por detrás de Japón, según explicó Xavier Prats, director general de Salud y Seguridad Alimentaria de la Comisión Europea, durante la presentación de los datos. Desde el año 2000, la mayor parte del aumento de la esperanza de vida en España se ha debido a la reducción de la mortalidad después de los 65 años. A esta edad, los hombres y mujeres españoles viven una media de 21 años más, de los que menos de la mitad (45 por ciento) se viven sin discapacidad.

De cara al futuro, se espera que el gasto en atención sanitaria y cuidados de larga duración aumente en España como parte del PIB debido al envejecimiento de la población y el progreso tecnológico. Según las predicciones del informe sobre el envejecimiento de la Comisión Europea de 2015, se espera que el gasto público en atención sanitaria en España aumente más de un 1 por ciento del PIB entre 2013 y 2060 sobre la base del escenario de referencia, y que el gasto en cuidados de larga duración crecerá incluso más, un 1,4 por ciento del PIB durante el mismo periodo de tiempo. Todo ello hace pensar a los autores del Informe sobre el Estado de la Salud que “será necesario lograr una mejora de la eficiencia en la prestación de asistencia sanitaria y cuidados de larga duración para abordar de manera asequible las crecientes necesidades de una población que envejece”.

Según las predicciones de envejecimiento, el gasto público en atención sanitaria en España crecerá más de un 1% del PIB entre 2013 y 2016, y el de cuidados de larga duración lo hará en un 1,4%

Un sistema eficaz

Hasta ahora, el sistema sanitario española ha conseguido elevadas tasas de eficiencia y buenos resultados. En este caso, y además del aumento de la esperanza de vida habría que mencionar también la evolución de mortalidad tratable, que en el caso de España apunta a un sistema de atención sanitaria “eficaz”, según el informe. Nuestro país tiene las tasas de mortalidad tratable de mujeres más bajas de los países de la Unión Europea, y en el caso de los hombres se encuentra muy por debajo de la media. Este buen resultado se debe en gran medida a las bajas y decrecientes tasas de mortalidad por cardiopatías isquémicas y accidentes cerebrovasculares.

Estas patologías, que en el año 2000 ocupaban respectivamente la primera y segunda causa de muerte, pasaron al segundo y cuarto puesto en la clasificación de 2014. Este resultado se entiende, en parte, mediante el análisis del desempeño del sistema sanitario, que refleja que las políticas de salud pública han desempeñado un papel importante a la hora de abordar eficazmente determinados factores de riesgo por comportamiento.

Así, al igual que ocurrió con las cardiopatías isquémicas y los accidentes cerebrovasculares, la tasa de mortalidad por cáncer de pulmón también descendió entre los años 2000 (cuarto puesto en la clasificación) y 2014 (quinto puesto). La Comisión Europea lo achaca a las reducciones en las tasas de tabaquismo en adultos, que pasó del 32 por ciento del año 2000 a un 23 por ciento en 2014. Además, las muertes por enfermedad hepática crónica y cirrosis, que están estrechamente relacionadas con el consumo excesivo de alcohol, también descendieron drásticamente. En este, un 9 por ciento de los adultos manifiesta un consumo excesivo de manera habitual, muy por debajo de la media comunitaria, que ronda el 20 por ciento.

Factores de riesgo

Pero a pesar de lo obtenido, el tabaquismo y el consumo de alcohol siguen siendo determinantes importantes de la salud. Según el informe, alrededor del 25 por ciento de la carga total de enfermedades en España en 2015, medida en términos de AVAD (años de vida ajustados por discapacidad), podría atribuirse a factores de riesgo por comportamientos: la mejora obtenida en adultos no oculta el hecho de que las tasas de tabaquismo en España continúan por encima de la media europea. Y en cuanto al consumo excesivo de alcohol, los resultados positivos en adultos no se pueden extrapolar a la población adolescente, que se sitúa en línea con la media europea (25 por ciento).

A ambos factores se suman, en el caso de España, unas tasas de sobrepeso y obesidad que, a juicio de Xavier Prats, ponen de manifiesto “que la dieta mediterránea tiene sus limitaciones”. Durante la pasada década, las tasas de sobrepeso y obesidad entre los adolescentes y adultos aumentaron, y actualmente son más altas que media europea. En los adolescentes, la tasa creció del 16 por ciento en 2001-2002 al 20 por ciento en 2013-2014, mientras que el conjunto de la Unión Europea arroja un 18 por ciento. En el caso de los adultos, uno de cada seis adultos (el 16,2 por ciento) sufría obesidad en 2014, en comparación con uno de cada ocho (12,6 por ciento) que lo sufría en 2001.

En el caso de los adultos, además, la tasa de obesidad adquiere peores connotaciones, puesto que va ligada a bajos niveles de actividad física. En 2014, menos del 50 por ciento aseguraron realizar al menos una actividad moderada física todas las semanas, la segunda tasa más baja de los países de la UE, después de Rumanía. Por contra, la actividad física entre los jóvenes de 15 años en España es relativamente alta, en comparación con otros países de la UE.

Los retos del sistema

Abordar con éxito estos factores de riesgo determinará en buena parte la mejora del estado de la salud de España en el marco del envejecimiento. Dos apuntes del informe muestran el impacto real de la nueva pirámide poblacional en la salud. El primero tiene que ver con las tendencias en las causas de muerte específicas. En el año 2000, las muertes por la enfermedad de Alzheimer y otras demencias ocupaban el sexto puesto en la clasificación; y en 2014 ya estaban en la tercera posición. Para la Comisión Europea, este dato también es un reflejo de que hay mejores diagnósticos, pero siguen faltando tratamientos eficaces, así como una codificación más precisa.

El segundo tiene que ver con las causas principales de años de vida ajustados por discapacidad (AVAD) perdidos. Teniendo en cuenta la mortalidad (la mayoría de las muertes se deben en España a enfermedades cardiovasculares o cáncer) y la morbilidad, dichas causas fueron en España los trastornos musculoesqueléticos (incluidos el dolor lumbar y de cuello), las cardiopatías isquémicas y la enfermedad de Alzheimer y otras demencias. Concretamente, el informe señala que “el número estimado de AVAD debidos a trastornos musculoesqueléticos ha aumentado desde el año 2000 debido al envejecimiento de la población, pero también a la creciente prevalencia de determinados factores de riesgo como la obesidad y la inactividad física”.