Las acciones también se han basado en que el dolor sea una enfermedad crónica
Laura Chivato Isabel
En España alrededor de un 17 por ciento de la población sufre dolor crónico y, de ese porcentaje, el 46 por ciento lo sufre a diario. Esto provoca un gran impacto en el estado mental del paciente, tanto que, este puede llegar a tener peor calidad de vida frente a algunos pacientes de cáncer de próstata o colon, según el doctor César Margarit, jefe de la Unidad del Dolor del Hospital General Universitario de Alicante. Por ello, es fundamental abordar esta enfermedad desde el punto de vista socioeconómico dentro de un abordaje integral, y con este objetivo se puso en marcha la iniciativa europea Societal Impact of Pain (SIP), para asegurar que los pacientes con dolor sean ‘tratados’ y ‘no curados’, es decir, cuenten con un tratamiento y así mejoren su calidad de vida.
“Para ello lo que se pretende es concienciar a todos los elementos que forman parte de la asistencia sanitaria de una persona que tiene dolor e intercambiar esta información a través de los Estados miembro que participan en esta iniciativa, pues no se trata de inventar nada, sino de compartir lo que funciona bien. Todo ello se vincula a través de una plataforma que está disponible en la gran mayoría de países europeos y donde debaten pacientes, sociedades científicas y gestores de salud buscando mejorar la calidad de los primeros”, explicaba el doctor Margarit durante la celebración del Día Mundial del Dolor organizado por la Sociedad Española del Dolor (SED).
“Lo que se pretende es concienciar a todos los elementos que forman parte de la asistencia sanitaria de una persona que tiene dolor e intercambiar esta información a través de los Estados miembro”
“Para ello –añadía-, se necesita un marco científico a través de las sociedades científicas, que lo proporciona el Capítulo de Sociedades Científicas Europeas dedicadas al dolor (EFIC), dos asociaciones de pacientes y la red de ciudadanos activos”.
Esta iniciativa lleva a sus espaldas 10 años de trabajo en los que se han seguido una serie de claves. Entre ellas, señalar el dolor como un indicador sanitario, algo que, en palabras del doctor, “es lo más novedoso”, pues se trata de que esta enfermedad mida el bienestar de un país o de un sistema sanitario concreto. Todas las acciones también se han basado en que el dolor sea una enfermedad crónica y se considere como una enfermedad o como parte de otras enfermedades; en que se mejore la educación y en integrar ese dolor en el día a día de los pacientes.
“En estos diez años sabíamos de dónde veníamos, pero la pregunta que nos hicimos fue ‘hacia dónde queríamos ir’. Algunos puntos fuertes han sido que el dolor no sea un limitante de la calidad de vida; que los pacientes no sean meros receptores del tratamiento, sino que participen en las decisiones de lo que van a hacer y en la continuidad de esos tratamientos; decir a toda la sociedad cómo llega a impactar el dolor a nivel sociolaboral; y que formemos a los médicos, a los pacientes y a la sociedad. Todo ello a través de la investigación y el intercambio de conocimiento”, detallaba este especialista quien además es vocal de la SED.
Gracias a este trabajo, desde SIP se ha conseguido atraer la atención, no solo de representantes políticos, sino también de diferentes instituciones.
Así, esta iniciativa se hizo un hueco dentro las instituciones europeas con la creación de ‘Stakeholder Group’ y un ‘Thematic Network’ to SIP. Además, los ministros de sanidad de la UE han pedido medidas para acceder al tratamiento de pacientes con dolor crónico y diversos los actores de la UE, como diputados al Parlamento Europeo, funcionarios de la Comisión y funcionarios públicos de los Estados miembro, han apoyado el proyecto. Igualmente, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), se ha propuesto una nueva definición de dolor crónico, es decir, se ha decidido hacer una clasificación nueva “más ajustada a la realidad”.
“Se ha propuesto una nueva definición de dolor crónico, es decir, se ha decidido hacer una clasificación nueva ‘más ajustada a la realidad'”
¿Y en España?
En España esta iniciativa también tiene su espacio y así lo demostró la Reunión SIP 2018 mantenida en el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social el año pasado. En esta, de corte reivindicativo y científico, se agruparon pacientes, profesionales y gestores sanitarios para analizar la situación actual y ver cómo se podía implementar en el SNS el dolor como indicador de calidad, cómo potenciar y cómo hacer posible que los pacientes fuesen activos, y que la atención integral desde Atención Primaria hasta especializada mantuviera una continuidad.
“Todo ello se reflejó en documentos en los cuales intentamos abordar el marco institucional, el modelo asistencial (cambiar el modelo clásico de paciente receptor a paciente empoderado) y las rutas asistenciales, además de cómo las asociaciones de pacientes podían mejorar la formación de estos pacientes y cómo los profesionales nos teníamos que enfrentar a un problema en el que en la carrera no nos habían enseñado a decir que teníamos que hacerlo de esta forma transversal”, subrayaba el doctor.
¿Cuál es el futuro?
Teniendo en cuenta que el dolor, según el vocal de la SED, está infravalorado, infradiagnosticado e infratratado, desde la SIP se quiere mejorar la educación de pacientes y profesionales y coordinarse de manera adecuada, con el objetivo de que el paciente tenga mejor calidad de vida. En este sentido, el futuro del proyecto pasa por:
- Acceso a la educación sobre dolor para los profesionales de la salud y la población general.
- Coordinación del sistema de atención para garantizar el acceso oportuno al apoyo adecuado.
- Un programa de mejora de la calidad para abordar el acceso y los estándares de atención
- Una proporción razonable de fondos directos y dedicados para la investigación del dolor.
“Para ello -concluía el doctor Margarit-, se necesita más inversión, más investigación y que todos los que están aquí, apoyen iniciativas como esta”.