La opinión de la Dra. Clara Bonanad Lozano, cardióloga del Hospital Clínico Universitario de Valencia y presidenta de la Asociación de Cardiología Geriátrica de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), y la Dra. Marisol Bravo Amaro, cardióloga clínica y coordinadora de la Unidad de Prevención de Riesgo Cardiovascular y Rehabilitación Cardiaca del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo.
La prevención cardiovascular parece, incluso ahora que vemos la luz al final del túnel con la vacunación, más importante que nunca. La pandemia de la COVID-19 ha tenido un impacto claramente negativo en la prevención primaria por diversos motivos.
Por un lado, los estilos de vida con tendencia al sedentarismo promovido por el confinamiento, inicialmente, y posteriormente por las etapas de restricciones y el propio miedo de los pacientes a salir, han empeorado los factores de riesgo cardiovascular. El estrés, la ansiedad, la alimentación poco “cardiosaludable”, el aumento del consumo de tabaco y alcohol (como indican algunos estudios y encuestas poblacionales), sumado al sedentarismo como previamente hemos recalcado, han hecho que determinados factores de riesgo cardiovascular como el sobrepeso, la dislipemia y la diabetes se hayan “descontrolado”, siendo per se el consumo de tóxicos, la ansiedad y la baja actividad física factores de riesgo.
“Determinados factores de riesgo cardiovascular como el sobrepeso, la dislipemia y la diabetes se hayan ‘descontrolado'”
Además, se han suspendido consultas presenciales tanto médicas como de enfermería, los pacientes no han acudido a los centros sanitarios a realizarse analíticas programadas por miedo al contagio, y todo ello ha conllevado a un “descontrol” de estos pacientes en riesgo de enfermedad cardiovascular, lo que llamamos clásicamente “en prevención primaria”.
Por otro lado, durante esta pandemia, en especial en sus inicios, se ha producido una situación de “colapso” sanitario, tanto en urgencias como en camas de críticos, y ha desplazado otras asistencias, siendo necesaria una adaptación inmediata. Además, se han reducido pruebas diagnósticas, procedimientos no urgentes y consultas, todo lo cual ha llevado a retrasos en procedimientos no urgentes, y ha detenido terapias fundamentales como la rehabilitación cardiaca.
Existen múltiples registros tanto a nivel español, como mundial, que muestran reducciones en pruebas diagnósticas entre 42-64 por ciento, según el periodo analizado.
Otro hecho preocupante, es la reducción en la demanda de asistencia por parte del paciente en fase aguda del infarto de miocardio. En España, un estudio muestra una caída de un 40 por ciento en angioplastias primarias, por activación código infarto. El hecho de no recibir asistencia urgente en el infarto agudo de miocardio, o de hacerlo con retraso, conlleva incremento en riesgo de muerte súbita y complicaciones.
“En España, un estudio muestra una caída de un 40 por ciento en angioplastias primarias, por activación código infarto”
Ante esta situación, debemos aprender a reinventarnos para complementar actuaciones presenciales “de toda la vida” con nuevas formas de asistencia “adaptadas a la nueva realidad”, con el desarrollo de nuevas formas de consulta y comunicación: consulta telefónica (para algunas demandas), video-llamadas, e-consultas o telemedicina (comunicación entre médico/a de atención primaria y cardiólogo/a), TELEA (comunicación entre paciente y profesional). Todo ello recogido en un documento de consenso de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Además, la Asociación de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la SEC, pone a disposición del paciente material didáctico, informativo, para poder desarrollar o complementar, la rehabilitación cardiaca detenida, a través de Aula Abierta RC.
Esperamos que estos meses futuros, retomemos muchas de las actividades que han sido aparcadas, divulguemos la importancia de los estilos de vida cardiosaludables así como del ejercicio físico y podamos volver a hacer también screening poblacional, otro gran olvidado en los meses de pandemia.
Mensajes finales
- Cuando un paciente sufre una condición grave, no debe temer más al contagio que a una complicación grave por un infarto no tratado.
- En periodo COVID, se ha reorganizado la asistencia sanitaria.
- Tras un infarto de miocardio, el paciente tiene mucho por hacer para mejorar su pronóstico.