Técnicas de persuasión psicológica y adherencia terapéutica

La opinión de Manuel Armayones, Doctor en Psicología y Director de Desarrollo del eHealth Center de la UOC

Para un psicólogo de la salud experto en persuasión tecnológica en el ámbito de la salud, la adherencia terapéutica es uno de esos retos perfectos de los que todos hablamos y ninguno parece estar en disposición de resolver. O no al menos de resolverlo desde una única disciplina porque sinceramente creo que es tarea imposible dar una respuesta desde la perspectiva de una única disciplina a un fenómeno complejo y multicausal. Desde luego el reto es muchísimo más asequible si desde cada disciplina entendemos la complejidad del fenómeno de la falta de adherencia y nos autorizamos a buscar soluciones fuera de los caminos más transitados. Entre esos caminos están la educación para la salud, imprescindible; una comunicación adecuada en consulta, indispensable también; y técnicas de persuasión tecnológica para mejorar la adherencia. Y no, persuadir no es manipular. Manipular consiste en conseguir que una persona haga algo para nuestro interés mientras que persuadir consiste en favorecer que una persona logre los objetivos que se ha propuesto. Y dicho objetivo puede ser seguir el tratamiento que nos hayan prescrito partiendo de la base de que no haya una voluntad clara y manifiesta de abandonarlo, lo cual desde mi punto de vista ya no es estrictamente un problema de adherencia.

“Creo que es tarea imposible dar una respuesta desde la perspectiva de una única disciplina a un fenómeno complejo y multicausal”

Vayamos por partes. La OMS, definió en 2003 la adherencia terapéutica como “el grado en el que el comportamiento de una persona favorece: tomar el medicamento, seguir un régimen alimentario y ejecutar cambios del modo de vida, se corresponde con las recomendaciones acordadas de un prestador de asistencia sanitaria”.  Fijémonos de que al final de lo que realmente se trata es de que una persona haga algo: se tome algo, siga unas prescripciones, cambie, etc. y aquí entra en juego la idea de la persuasión tecnológica antes apuntada.

Psicólogos como BJ. Fogg de la Universidad de Stanford con su “Fogg Behavior Model” nos explican que para que “persuadamos” a una persona para que se dé un comportamiento determinado son necesarias tres cosas. La primera es aumentar la motivación (y sí aquí el rol de la educación para la salud es clave). Fogg nos dice también que para motivarnos nada como convencernos de que nuestras acciones nos evitan sufrimiento, nos hacen sentirnos más aceptados y nos eliminan la incertidumbre ofreciéndonos la idea de esperanza de que lo que hacemos va a ser positivo para nuestra salud (lo cuál en el ámbito de la enfermedad es muchísimo).

“Nada como convencernos de que nuestras acciones nos evitan sufrimiento, nos hacen sentirnos más aceptados y nos eliminan la incertidumbre ofreciéndonos la idea de esperanza”

La segunda clave que nos ofrece Fogg para que se dé un comportamiento (en nuestro caso podría ser tomarnos la pastilla a la hora que nos haya indicado el médico) es necesario también trabajar nuestra “competencia”; es decir, tenemos que ser capaces de hacer lo que tenemos que hacer. Y aquí la reflexión está servida, porque hay dos maneras de aumentar la competencia de una persona. La número uno es adquiriendo las habilidades necesarias para hacerlo (por ejemplo saber qué pastilla, donde conseguirla, como conservarla y como tomarla) y aquí la alfabetización en salud como fruto de la educación para la salud tiene un papel crucial. Y la número dos no es menos importante: se trata de hacer más fáciles las tareas que tenemos que hacer, casi y si me apuran hacerlas automáticas ¿De verdad creemos que la mayoría de pacientes entienden lo que les dice su médico? Sin duda los esfuerzos que hacen los profesionales son encomiables, pero quizás no se está consiguiendo a tenor de los resultados en adherencia. Y aquí todo lo que sea utilizar sistemas de “recordatorio”, pero también de hacer aún más comprensibles las instrucciones, los “prospectos” y cualquier otra documentación que pongamos en manos de los pacientes ayudará a mejorar su competencia en relación a la medicación prescrita.

“Es necesario también trabajar nuestra competencia; es decir, tenemos que ser capaces de hacer lo que tenemos que hacer”

Y el tercer elemento que nos plantea Fogg es que una vez que tenemos a la persona motivada, capaz de hacer o entender lo que le pedimos que haga necesitamos un “disparador” de la conducta. Y aquí entra la salud digital. ¿Existen aplicaciones móviles que ofrecidas por nuestro equipo médico podamos configurar en la misma consulta con los profesionales sanitarios que nos atienden para que nos sirvan de disparadores de la conducta? ¿Y que además dispusiera de sistemas que permitieran consultar dudas, acceder a materiales online, configurar recordatorios? ¿Se imaginan lo que una herramienta así podría ayudar? Seguro que ya existe alguna. Desde luego no es difícil de crear, sí de integrar en el sistema público, pero no difícil ni en su conceptualización ni en su diseño.

Mientras un consejo: recomienden a sus pacientes algo que funciona…y, siguiendo el principio de simplicidad del que también nos habla Fogg…que dejen los medicamentos en algún lugar o junto a algún objeto que no puedan dejar de utilizar…por ejemplo, si les gustan las tostadas por las mañanas y les ha recomendado el cardiólogo que tomen un poco de acetilsalicílico como medida de prevención, pongan la caja de pastillas al lado del aceite. Les aseguro que funciona y se genera un nuevo hábito. Sería lo que BJ Fogg consideraría un “baby step”, un pequeño paso para mejorar la adherencia terapéutica.

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