Vejiga hiperactiva: similitud en incidencia; discrepancia en adherencia

La adherencia en casi todas las patologías crónicas es mayor en mujeres, pero en el caso de la vejiga hiperactiva es seis puntos porcentuales superior al de los hombres

Redacción 

El caso de la vejiga hiperactiva es un claro ejemplo de patología genérica, que afecta prácticamente por igual tanto a hombres como a mujeres. No obstante, esta similitud en incidencia se convierte en discrepancia cuando de lo que se habla es de adherencia al tratamiento. Resulta ciertamente llamativo constatar, a tenor de los datos recabados en el Análisis Nacional de Adherencia al Tratamiento en Patologías Crónicas elaborado por el Observatorio de la Adherencia al Tratamiento (Grupo OAT), que los niveles de adherencia de las mujeres son muy superiores a los del hombre, con una diferencia de más de seis puntos porcentuales.

En comparación con el índice de adherencia general, el registrado en el ámbito de la vejiga hiperactiva es inferior en tan solo algo más de un punto porcentual, por lo que podría ser calificada como una enfermedad de índice de adherencia inferior a la media. No obstante, en el caso de las mujeres, los niveles de adherencia llegan al 53,56 por ciento. Mientras, los hombres presentan una tasa de adherencia del 46,8 por ciento (Tabla 1).

Tabla 1

¿Por qué ellas cumplen más? Los motivos pueden ser varios, tal y como apuntan tres de los vocales del Comité Científico del OAT. “La adherencia en general y en casi todas las patologías crónicas es mayor en la mujer que en el hombre”, apunta Carmen Valdés, médico de familia del Centro de Salud de Fuencarral (Madrid), que en esta misma línea argumenta que la mujer no sólo está más concienciada a la hora de establecer hábitos de salud y realizar el seguimiento de la administración farmacológica, sino que es “la cuidadora por excelencia”, lo que puede motivar que su calidad de vida tenga que ser lo mejor posible para ayudar a los demás miembros de la familia.

También Encarna Fernández, directora de Enfermería del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, cree que en el caso de la vejiga hiperactiva se cumple la norma del mayor cumplimiento por parte de las mujeres, y añade una razón más: “En la vejiga hiperactiva, esta circunstancia se puede ver aumentada —dice— por el mayor número de vejigas hiperactivas idiopáticas en mujeres frente a los hombres, en quienes pueden ser secundarias a otras patologías”.

Otra posible explicación apunta a las propias características de la patología. La vejiga hiperactiva se caracteriza por la presencia de urgencia miccional, con o sin incontinencia urinaria de urgencia, y que va acompañada de frecuencia y nicturia. La doctora Valdés se refiere a “un síndrome, es decir, una combinación de síntomas que pueden responder a diversas causas, con un elevado impacto negativo sobre la calidad de vida de los pacientes y sus familiares y cuidadores, pues afecta a las funciones sociales, sexuales, a las relaciones interpersonales y a la vida laboral”.

El hombre, mejor solo

El impacto en quienes la padecen se produce varios niveles. A nivel económico, por el coste de los tratamientos, incluidos los absorbentes que se precisan a lo largo del día. Más allá, la vejiga hiperactiva afecta a las funciones sociales, sexuales, a las relaciones interpersonales y a la vida laboral: los pacientes no se sienten seguros al asistir a reuniones o eventos; tienden a dejar de acudir a citas o actividades; dejan de hacer ejercicio… Ello explica que esté muy relacionada con la depresión y quizá ciertas diferencias entre hombres y mujeres, a juicio de Luis de Palacio, presidente de FEFE. “Los hombres suelen ser más vergonzosos —dice—. Es un tema en el que la vergüenza del paciente, cuando es hombre, se convierte en un elemento significativo que incide en su tratamiento”. Se da la circunstancia de que la función del farmacéutico ante esta patología crónica, de elevada prevalencia, suele ser principalmente informativa, y “suelen ser principalmente las mujeres —confirma De Palaciolas que acuden a pedirla”.

“Es un tema en el que la vergüenza del paciente, cuando es hombre se convierte en un elemento significativo que incide en su tratamiento

Todo ello también puede ayudar a comprender las diferencias que, según el Análisis Nacional del OAT, se registran en relación al grado de seguimiento del tratamiento registrado en presencia o ausencia de un acompañante, ya sea familiar o cuidador.

En un entorno familiar, el índice de adherencia general es significativamente superior frente al de las personas que viven solas, superándolos en más de siete puntos porcentuales (34,40 frente a 26,80 por ciento). No obstante, al introducir la variable por sexo, se observa que el hombre registra mayores niveles de adherencia al vivir solo (39,7 por ciento), mientras que en la mujer el índice de adherencia de las que viven acompañadas (31,4 por ciento) supera en más de 12 puntos a las que viven solas (18,9 por ciento).

En términos generales, la figura del cuidador no tiene en los efectos de vejiga hiperactiva un efecto igual de beneficioso que la familia, al menos desde la propia percepción del enfermo. El nivel de adherencia es mayor en aquellos que no tienen a persona alguna que les ayude en el tratamiento de su enfermedad (34,23 por ciento). Pero, entrando en la variable por sexos se detecta de nuevo que los niveles mejoran en el caso de los hombres cuando no dependen de un cuidador (38,82 por ciento), y en la mujer ocurre lo contrario: esta figura juega a favor de su adherencia, incrementándola en algo más de dos puntos, hasta un 31,16 por ciento.

Abordaje multidisciplinar

Desde el Comité Científico del OAT se resalta la importancia de un abordaje multidisciplinar para paliar el impacto de la patología y mejorar los niveles de adherencia. Hace mucho que la vejiga hiperactiva es un motivo importante de consulta para los médicos de Atención Primaria. Sin embargo, hasta ahora el foco se había centrado en las patologías relacionadas con los factores de riesgo cardiovascular, que ciertamente son más prevalentes. La situación parece haber cambiado con los últimos programas de atención a pacientes con patologías crónicas, que han puesto de manifiesto de forma significativa otras patologías, también prevalentes, como ésta.

La detección oportunista con un interrogatorio detallado es una clave para reconocer la enfermedad y realizar un abordaje personalizado de cara a reducir unos déficits de adherencia que, según Carmen Valdés, vienen dados en muchos casos por la falta de credibilidad en la enfermedad, sus consecuencias y por una deficiente información sobre la misma. “En este punto, los profesionales sanitarios debemos detenernos a valorar si transmitimos de forma correcta a nuestros pacientes los conocimientos de la enfermedad”, asegura la vocal del Comité Científico del OAT.

Transmitir de formar correcta estos conocimientos también implica hacer frente a las expectativas de los pacientes, que “casi siempre están por encima de las de los sanitarios”, según explica Encarna Fernández. “Se trata de una enfermedad crónica; podemos mejorar sus síntomas, pero no curarla”, recuerda la directora de Enfermería del Hospital Clínico San Carlos. “Es fundamental marcar unos objetivos negociados y alcanzables con el paciente que para que se involucre en el tratamiento. Debe conocer los efectos adversos que se van a producir al tomar la medicación y cómo evitarlos o disminuirlos. Asimismo, debe quedar registro mediante cuestionarios y diario miccional de cuál es la situación de salud real del paciente para comparar en un futuro con la situación que esperamos mejorar. Existen guías para pacientes y cuidadores para la vejiga hiperactiva”, añade.

“Es fundamental marcar unos objetivos negociados y alcanzables con el paciente que para que se involucre en el tratamiento”

El tratamiento farmacológico, según explica la doctora Valdés, va encaminado a disminuir la presencia y urgencia de los síntomas, basándose principalmente en dos tipos de tratamientos: los antimuscarínicos que actúan bloqueando los receptores muscarínicos en la vejiga, reduciendo las contracciones no voluntarias, y un último avance en el tratamiento con la aparición de los Beta 3-agonistas: mirabegron, con menos efectos secundarios que los anteriores y un perfil de tolerabilidad mayor.

También en este punto el Análisis Nacional del OAT ofrece una conclusión interesante sobre el distinto comportamiento en adherencia por sexos. Preguntados por su cumplimiento terapéutico, el 84,7 por ciento de los pacientes con vejiga hiperactiva señaló que se toman la medicación a la hora indicada; uno de cada tres lo olvidan y un 31,82 por ciento utilizan un truco mnemotécnico para recordar la toma. Al relacionar estas respuestas con la variable sexo, se concluyó que las mujeres utilizan con mucha mayor frecuencia que los hombres esta clase de trucos: un 42 por ciento frente a un 27,8 por ciento (Tabla 2).

Tabla 2

El tratamiento no farmacológico abarca un amplio abanico de actuaciones, como indica Encarna Fernández: incluye desde medidas de higiene y de cuidados de la piel para evitar abrasiones o infecciones hasta programación de micciones a lo largo del día, pasando por cuidados dietéticos; ejercicio físico para tonificar músculos y otros específicos de suelo pélvico para fortalecer esa musculatura; rehabilitación, biofeedback, electroestimulación…

El farmacéutico, por su parte, puede profundizar en la información, explicando al paciente la posología del tratamiento; preguntando de forma discreta cómo se va solucionando el problema; resolviendo posibles dudas y proporcionando muestras sobre los productos de higiene personal. Ser el profesional sanitario más cercano y accesible al paciente le convierte en un agente fundamental para aumentar la confianza, un factor tan importante en el caso de la vejiga hiperactiva y que, según Luis de Palacio, debe potenciarse desde el propio profesional, mediante la formación en habilidades de comunicación que ayuden a los pacientes a ser más receptivos.