La opinión de Antonio Labanda, psicólogo educativo del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
Estamos viviendo una situación excepcional, donde nuestra cotidianidad se ha visto truncada. Nos hemos encontrado con algo inesperado y donde hemos tenido que ir adaptándonos a esta nueva situación.
Los niños también se están enfrentando a nuevas experiencias. Sus rutinas ya no son las mismas, el confinamiento hace que no puedan salir de casa y que estén las 24 horas dentro del hogar.
Podemos resumir que esta situación puede incidir de forma negativa en cuatro áreas, teniendo en cuenta, que, en las cuatro, si se dan de forma ajustada, las podemos considerar como normales:
- Intelectual: Se pueden ven mermadas las funciones ejecutivas, con problemas de atención y memoria de trabajo, dificultades para entender lo que está ocurriendo, dificultad en la planificación, bloqueo en la toma de decisiones, etc.
- Emocional: Se pueden producir desregulación emocional, ansiedad, miedo, enquistamiento en las emociones desagradables, etc.
- Físico: Las situaciones graves de ansiedad pueden producir que se somaticen problemas físicos como dolores de cabeza, problemas digestivos, alteraciones del apetito), dificultad respiratoria, insomnio, falta de sueño reparador, agotamiento físico, etc.
- Conductual: Como estados de alerta, evitación, problemas con la alimentación, fobia social, xenofobia, aporofobia, racismo, etc.
Es bien cierto que la capacidad de adaptación de los niños es muy grande y nos sorprendería. Sin embargo, todas las situaciones no son las mismas. Las variables externas que acompañan este confinamiento pueden incidir de forma negativa a la salud psicológica de los niños: casas pequeñas, muchas personas en una misma casa, situaciones familiares de pareja complejas, bien sea por discrepancias entre la pareja o por otra causa, por ejemplo, pérdida de empleo y, por supuesto, la situación más traumática como la muerte de un ser querido.
“Las variables externas que acompañan este confinamiento pueden incidir de forma negativa a la salud psicológica de los niños”
Una de las dificultades, en función de la edad, es no poder interactuar con los demás. El confinamiento, en el mejor de los casos, puede producir frustración e irritabilidad. También, se pueden producir situaciones emocionales más graves que pueden provocar ansiedad, depresión, conductas disruptivas, baja tolerancia a la frustración, conductas regresivas, miedos, fobias, conductas compulsivas, trastornos de la conducta alimentaria (TCA), trastornos del sueño, etc.
Un punto aparte son aquellos niños que presentan problemas de tipo neuropsicológico, por ejemplo, TDAH, TEA, etc., ya que por sus características las orientaciones deben ser más específicas, sencillas y muy claras.
Por lo tanto, es muy difícil hablar de situaciones generalizadas, pero está claro que sí podemos dar pequeñas píldoras en las que ayudemos a mejorar la salud o bienestar psicológico de nuestros niños. Los niños aceptan bien los límites si las personas de referencia que los acompañan las proponen de forma clara y coherente.
“Los niños aceptan bien los límites si las personas de referencia que los acompañan las proponen de forma clara y coherente”
Los niños son verdaderas esponjas en cuanto su aprendizaje. El modelo educativo de los padres es muy importante y establece pautas de crianza distintas en función de dicho modelo. Unos padres con un nivel de ansiedad alto, que puede estar relacionado por un problema exógeno, por ejemplo, la pérdida de empleo, el fallecimiento de un familiar, etc., puede provocar unos niveles altos de ansiedad en los niños, provocando inseguridad y miedo.
Intentar tener un modelo educativo democrático versus sobreprotector. Con el estilo democrático escuchamos al menor en sus necesidades, adaptamos las exigencias según el estadio del desarrollo correspondiente, ponemos límites y normas, somo flexibles, dando refuerzos positivos cuando el niño o adolescente las cumple y consecuencias pactadas o acordadas proporcionadas cuando no las respeta.
Establecer rutinas, horarios, espacios de dialogo, de comidas, etc., cuidar la higiene y la vestimenta. Pactar nuevas rutinas debido a la situación de confinamiento.
En este sentido, las tareas escolares, aunque sea a través de los aparatos tecnológicos, hace que el niño mantenga un ritmo de aprendizaje adecuado y mantenga su interés y motivación por los mismos. Sentirse acompañado en videoconferencias con compañeros y profesores le hace que mantenga algo parecido a su rutina cotidiana de escolaridad.
No dar un mensaje falso. La verdad siempre por delante, evitando dar una información tremendista y alarmista, así como adecuar el mensaje a la edad del niño. Debemos explicarles que pueden salir, pero que el confinamiento se mantiene y, por lo tanto, no podemos interactuar con otros niños. Utilizar un lenguaje de comunicación con nuestro hijo de acuerdo a su edad y no utilizar un lenguaje infantil.
“Debemos explicarles que pueden salir, pero que el confinamiento se mantiene y, por lo tanto, no podemos interactuar con otros niños”
Protegerles de toda la información que pueda ocasionarles malestar y preocupación excesiva porque pueden no interpretar bien la información. Tener en cuenta que la información en las redes sociales suele ser superficial, incompleta o errónea.
En el caso de que nos pregunten sobre familiares cercanos, dar la información correcta sobre el estado de salud de los adultos de su entorno, como por ejemplo los abuelos. Si suelen ver a otros familiares con frecuencia, promover contactos virtuales.
No nos podemos olvidar de las emociones. Lógicamente las emociones desagradables van a aparecer y tienen que aparecer, pero no podemos estar siempre en emociones desagradables ya que desde ahí ni nos ayudamos ni ayudamos a rebajar el nivel de ansiedad de nuestro hijo o hija. Este apoyo emocional es muy importante, así como potenciar las emociones agradables.
Expresar y reconocer las emociones. Primero las desagradables: miedo, rabia, culpa, tristeza, etc., para luego hablar de las agradables: sorpresa, curiosidad, alegría, seguridad, admiración, etc., Es bueno ponerse en la emoción que cada niño tiene. Por ejemplo, si salta diciendo “esto es un rollo, no me sale nada, los profesores son tontos”, no podemos regañarle, ni en ese momento explicarle que los profesores no son tontos. Hay que ponerse en la emoción que tienen. Por ejemplo “veo que ahora estás muy enfadado, descansa un rato y luego continuamos”. Más adelante hablaremos con nuestro hijo, ya más tranquilo, y le indicaremos que le queremos, que los profesores le quieren y que seguro que ahora si lo mira otra vez el ejercicio lo va a resolver, ya que es capaz de hacerlo.
“Es bueno ponerse en la emoción que cada niño tiene”
Trabajar la empatía. Entender y comprender las emociones del otro, ayudar a que las entienda y no negarlas. Probablemente hemos tenido emociones desagradables que nos ha llevado a niveles altos de ansiedad, miedos, conductas regresivas, …
Otro recurso importante es establecer una Educación Proactiva, es decir sentirse participe de las normas, límites y consecuencias que se pacten en el hogar. Sentirse competente.
Trabajar la Regulación de Emociones y Sentimientos (Autorregulación emocional): es la capacidad para expresar emociones de forma adaptativa. Por ejemplo, un niño con TDAH o TEA puede tener en situaciones de estrés, una mala regulación emocional provocando situaciones poco adaptativas. Regulación de la impulsividad (ira, violencia, …); tolerancia a la frustración, … a través de ejercicios de relajación, lectura de cuentos, etc.
En tono positivo, también observamos que el confinamiento puede estar desencadenando efectos muy positivos. Estar más tiempo en familia, disfrutar de la pareja y de los hijos, compartir actividades, conversar, en definitiva, convivir.
Una de las características de lo que se denomina bienestar psicológico es el sentimiento de autonomía. El niño se va a sentir más libre de que puede salir. Correr, saltar, pasear, etc., producen esa sensación de libertad, donde se reduce el nivel de ansiedad, de irritabilidad y de estrés. La liberación de endorfinas aumenta el estado de bienestar y disminuye la sensación de malestar emocional.
“Correr, saltar, pasear, etc., producen esa sensación de libertad, donde se reduce el nivel de ansiedad, de irritabilidad y de estrés”
Como resumen, podemos decir que llegamos al BIENESTAR PSICOLÓGICO si somos capaces de ser o de tener:
- COMPETENCIA: control y eficacia en las tareas cotidianas, planificar sobre lo que sabemos.
- VINCULACIÓN: relacionados con las relaciones y vínculos, sentimiento de pertenencia
- AUTONOMÍA: capacidad de acción para llevar a cabo las acciones que uno desea.
- SENTIDO VITAL: grado en el que sientes que tu vida es relevante.
- AUTOACEPTACIÓN: disposición positiva hacia uno mismo.
- CRECIMIENTO: implicarse en actividades que supongan un aprendizaje.
- SEGURIDAD: tener reducido un nivel de amenazas o incertidumbre.