Cómo se relaciona la enfermedad renal crónica con la hipertensión

El control adecuado de la presión arterial constituye la base de la prevención cardiovascular, renal y global

Laura Chivato Isabel

La hipertensión arterial (HTA), además de ser la primera causa de muerte prematura en el mundo, es uno de los principales factores de riesgo vascular que aumenta la posibilidad de sufrir enfermedad renal crónica (ERC). Igualmente, el control de la HTA se relaciona con la progresión del daño renal, llegando incluso a producir “no infrecuentemente” una insuficiencia renal terminal, tal y como señala el doctor Luis Miguel Ruilope, profesor de Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad Autónoma (Madrid) y jefe de Investigación Cardiovascular y Renal del Instituto de Investigación del Hospital 12 de Octubre (Madrid).

Según los últimos datos del estudio ENRICA-Renal, la prevalencia de la enfermedad renal crónica se sitúa encima del 15 por ciento y afecta a 7 millones de españoles. Esta prevalencia es más elevada a medida que el número de factores de riesgo cardiovascular aumenta, tanto que se pasa de un 14,6 por ciento de pacientes renales sin enfermedad cardiovascular a casi un 40 por ciento con esta patología o sus factores de riesgo.

Para la Sociedad Española de Nefrología (SEN), el control adecuado de la presión arterial (PA) constituye la base de la prevención cardiovascular, renal y global en pacientes con ERC, tal y como subrayan en un documento sobre las guías KDIGO para la evaluación y el tratamiento de la enfermedad renal crónica. Este trabajo está liderado por el doctor Manuel Gorostidi, nefrólogo del Hospital Universitario Central de Asturias (Oviedo) y en él se incluyen una serie de recomendaciones para el manejo de la hipertensión arterial en pacientes renales.

El control adecuado de la presión arterial (PA) constituye la base de la prevención cardiovascular, renal y global en pacientes con ERC

“El alcance de los objetivos de control de la PA se basará en un abordaje individualizado que incluirá medidas no farmacológicas (cambios de estilo de vida) y tratamiento farmacológico. La introducción de cambios de estilos de vida puede reducir las cifras de PA de forma sencilla, económica y efectiva, y suele acompañarse de otros efectos beneficiosos. Respecto al tratamiento farmacológico, la elección de los fármacos que se han de utilizar debe ser individualizada en función de la edad, la tolerancia y las comorbilidades de los pacientes”, explican en el documento.

Con estas estrategias coincide el doctor Ruilope, quien también participó en el mencionado trabajo: “la mejora del estilo de vida, el aumento de la actividad física y el uso adecuado de los fármacos antihipertensivos en combinación ayudarían a mejorar el manejo de la hipertensión y, por lo tanto, a disminuir el riesgo de ERC”.

Los pacientes con ERC, por tanto -y como se recalca en el trabajo de la SEN-, deben ser objeto de un plan integral y sistematizado de reducción del riesgo cardiovascular que debe incluir la abstención de fumar, ejercicio, control del peso, control del perfil lipídico, control óptimo de la diabetes, control óptimo de la PA, corrección de la anemia, control del metabolismo fosfo-cálcico y antiagregación plaquetaria en prevención secundaria.

Los pacientes con ERC, por tanto, deben ser objeto de un plan integral y sistematizado de reducción del riesgo cardiovascular

Particularmente individualizado

Estas podrían ser una serie de recomendaciones generales en el manejo de la hipertensión, pero concretamente en el paciente de edad avanzada, desde la SEN lamentan que, a pesar de la elevada prevalencia de HTA y ERC en individuos de más de 65 años, “existen pocas evidencias para el desarrollo de recomendaciones sobre su manejo”.

“El tratamiento hipertensivo en este tipo de pacientes será particularmente escalonado y con vigilancia de posibles efectos adversos (…) La búsqueda de un control estricto de la PA y el uso de fármacos bloqueantes del SRA, claves del manejo del paciente adulto con ERC, pueden no ocasionar el mismo beneficio en el paciente muy anciano e, incluso, ser causa de efectos deletéreos. En estos no existe evidencia para establecer recomendaciones, por lo que su manejo será particularmente individualizado”, destacan.

En el paciente trasplantado la hipertensión es un factor de riesgo cardiovascular y de deterioro de la función del injerto y, por ello, desde la SEN resaltan que a la hora de elegir el tipo de fármaco antihipertensivo debe tenerse en cuenta lo siguiente: el tiempo postrasplante, la presencia o ausencia de una albuminuria elevada, el uso de anticalcineurínicos y la presencia de otras comorbilidades.