Carlos Parra, director del Grupo de Investigación e Innovación en Informática Biomédica del Instituto de Biomedicina de Sevilla y miembro del Grupo de Prescripción y Adherencia a los Planes Médicos (A1) de la CE.
Laura Chivato
Cada vez existen más aplicaciones móviles relacionadas con la salud: se estima que hay más de 300.000 en el mercado. Sin embargo, hay una serie de problemas relacionados con estas que hacen que este ‘boom’ no llegue a explotar del todo. Entre estos se encuentra la escasa regulación y la falta de financiación, dos asuntos que Carlos Parra, director del Grupo de Investigación e Innovación en Informática Biomédica del Instituto de Biomedicina de Sevilla, ve necesario abordar si se quiere avanzar en mHealth.
Pregunta. Una de las áreas qué más está creciendo en el campo de las TIC sanitarias son las aplicaciones para la telefonía móvil, muchas de las cuales llegan al mercado con diversa suerte. ¿Cuál es la experiencia acumulada por la aplicación móvil EPOC Salud, desarrollada por el Hospital Universitario Virgen del Rocío?
Respuesta. Esta aplicación no es específica para la adherencia tal y como se entiende el término desde el Grupo A1, sino que está orientada al seguimiento del paciente y la enfermedad por parte del profesional, y una de las cosas que mide es la adherencia a los tratamientos. Pero no está conectado con lo que se trabaja desde el Grupo A1, pues esto último es más ambicioso y relacionado con la inteligencia artificial. En este caso, no se usa la inteligencia artificial, sino que es una buena aplicación sencilla donde el profesional se pone en contacto con el paciente de una manera continua, controlando así -también- la adherencia. Pero al final estamos digitalizando lo que de manera convencional se puede hacer, simplemente lo que facilita el móvil es el contacto, porque no plantea nuevos métodos de medición, no hace recomendaciones de cambio de tratamiento, etc. Es una aplicación que está bien, pero no está dentro de la inteligencia artificial.
El problema es que es un proyecto que se quedó sin financiación. Todo el mundo entiende que para desarrollar un medicamento hay que financiarlo, pero parece que desarrollar aplicaciones, validar que funcionan o demostrar la eficacia es gratis. El desarrollo y validación de la tecnología (incluso de manera más barata) también requiere una continuidad en la financiación, porque si no continua esta (tanto pública como privada) no se puede sacar adelante.
El mundo sanitario en las apps es tan riguroso (o acaba siéndolo) como la compra de un medicamento, no vale con compartirlo en las diferentes plataformas. Al final requiere un esfuerzo importante regulatorio y de demostración de la eficacia, y esto necesita financiación.
“El mundo sanitario en las apps es tan riguroso, o acaba siéndolo, como la compra de un medicamento”
P. Según el análisis del OAT, aproximadamente solo una tercera parte de los pacientes crónicos estarían dispuesto a recibir mensajes recordatorios de la toma de su medicación o la descarga de apps que le faciliten la tarea. ¿Cómo se debería, en su opinión, realzar el potencial de la salud móvil en términos de adherencia?
R. El problema de las aplicaciones móviles de salud actuales es que se ha invertido muy poco en investigación y, sin embargo, es un área en el que hay que investigar mucho, en relación a su aspecto “informático-psicológico”, algo bastante complejo. Hay que investigar en cómo hacer más usable estas aplicaciones para los pacientes que son crónicos, teniendo en cuenta que muchos de ellos son mayores. Muchas veces queremos recomendar una aplicación a un crónico complejo con 75-80 años cuando es una persona que seguramente maneje muy bien ciertas apps -porque han tenido el éxito de ser muy usables, como Whatsapp-, pero otras son difíciles de usar hasta para una persona más joven.
Por lo tanto, queda mucho por investigar en usabilidad, en interacción “humano-aplicación”. De hecho, hay tecnologías conversacionales y, en este sentido, ¿por qué hoy los mensajes tienen que ser de texto? ¿por qué no pueden ser de voz con un aspecto psicológico para que sea aceptado mejor por el paciente? Sería interesante también investigar en este sentido.
P. Las aplicaciones de salud para la telefonía móvil han experimentado un incremento exponencial en los últimos años, que de cara al consumidor genera un dilema claro: ¿Cómo diferenciar el trigo de la paja?
R. Las apps móviles tienen que pasar procesos regulatorios, y más aquellas que hacen recomendaciones o que afectan a comportamientos relacionados con la salud, como por ejemplo las relacionadas con el tratamiento y la adherencia en cualquier paciente, no solo crónicos. Este mercado no puede ser libre: tiene que ser un mercado regulado, donde las aplicaciones tengan que pasar una serie de controles de seguridad o de demostración de la efectividad.
Desde Andalucía en esto podemos presumir. La CCAA tiene una iniciativa, ya conocida en Europa, que es el Sistema de Acreditación de Aplicaciones Móviles, en la que se está profundizando y se está haciendo bastante más ambiciosa, en el sentido de que se quiere promover como un modelo en la acreditación de aplicaciones móviles, donde la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) ya está intentando hacer algo, donde los británicos ya son también muy avanzados, y donde la Comisión Europea sigue dándole vueltas, pero sin crear la Agencia Europea de Regulación de las Aplicaciones Móviles de Salud y todo lo que tiene que conllevar eso. Ese es el camino, esto es lo que va a distinguir el trigo de la paja.
“Andalucía tiene una iniciativa, ya conocida en Europa, que es el Sistema de Acreditación de Aplicaciones Móviles, en la que se está profundizando y se está haciendo bastante más ambiciosa”
Hoy por hoy creo que un buen catálogo es el que incluye las aplicaciones acreditadas por la Agencia de Calidad Sanitaria de Andalucía (ACSA), porque el proceso es transparente, y esto es clave: está publicado cuál es el proceso de acreditación, por lo que cualquiera puede ver los pasos. Además, una vez conseguido el sello de “app saludable”, por lo menos sabes que ha pasado ciertos procesos regulatorios. Esto es una forma objetiva de poder distinguir.
Una solución “más del sector” sería buscar si la aplicación ha tenido alguna publicación de resultados en algún estudio, que algunos hay -incluso ambiciosos-.
P. Desde su punto de vista, ¿son más útiles estas aplicaciones en manos de los pacientes o en manos de los profesionales sanitarios?
R. Depende de la aplicación. Hay aplicaciones que son para los pacientes y otras para los profesionales, y en ambos casos tienen un potencial tremendo. En el ámbito profesional sanitario, las apps lo que han conseguido es romper el gran reto que teníamos, sobre todo en los hospitales o en situaciones de emergencia, donde el profesional necesitaba el dispositivo a mano, a pie de cama o ambulancia.
Ahora puede disponer de apps que le sirven para acceder a la información del paciente previa a la historia clínica, así como para conectar con bases de datos científicas, guías clínicas o protocolos que le puedan resolver dudas, incluso para ponerse en contacto con otros profesionales que muchas veces intervienen en las decisiones que se toman. Para los profesionales tiene este enfoque y es muy interesante. También el profesional puede estar conectado con el paciente, pues el paciente ya dispone de un dispositivo democratizado como el móvil o la tableta. Antes por ejemplo no todo el mundo tenía ordenador, pero hoy todo el mundo sí que tiene un móvil.
Por ejemplo, Andalucía tiene una app móvil, Salud Responde, del sistema sanitario público andaluz, que en principio es un sistema de citas, pero está avanzando mucho más y muchas apps relacionadas con el sistema sanitario se van a incluir aquí. Hay más de un millón de personas en Andalucía que tienen instalado Salud Responde. Eso en el mundo es un pelotazo, no hay quien tenga esa base instalada con una aplicación relacionada con la salud, salvo algunos grandes proveedores sanitarios privados.
“Hay más de un millón de personas en Andalucía que tienen instalado Salud Responde”
Por tanto, en ambos casos son importantes, y van a tener mucho que decir en un futuro. Pero insisto, va a tener que ser regulado, no va a valer cualquier aplicación instalable, porque ya chocaríamos con problemas más serios, como por ejemplo la seguridad de los pacientes o los riesgos para la salud y la vida si se permite el uso masivo de este tipo de apps sin control.
P. Al margen del propio desarrollo de diferentes tecnologías y herramientas seguras y eficaces en el campo de la adherencia, la siguiente gran cuestión será la de cómo integrarlas efectivamente en los sistemas de salud. ¿Qué hay por mejorar en este terreno?
R. Hay un camino que se está recorriendo ya que es el de montar una infraestructura tecnológica donde, de una manera segura y ordenada, se puedan ir desarrollando apps móviles -chequeando que cumplen una serie de requisitos-, que a su vez puedan conectar en el entorno de historia de salud digital. De esta manera, estas apps podrán, tanto recibir información de prescripción, como incluso mandar información a la propia historia clínica si es relevante, y eso ya se está montando en Andalucía (creo que va a ser público a finales de año) a través de la Estrategia MSSPA (Móvil Sistema Sanitario Público de Andalucía). Esta Estrategia la están desarrollando los mismos que hacen las aplicaciones de ACSA, en colaboración con todo el servicio de informática del Servicio andaluz de Salud, y eso es un hito, porque ya no van a ser apps aisladas que puedan ser muy útiles, o incluso robustas, pero que están desconectadas del servicio hospitalario del ciudadano. Esto ya va a poder ser prescrito por el médico en un momento dado. De hecho, ya existe una en Andalucía que es específica para la adherencia: Recuérdame. Es una parte más de ese conjunto de aplicaciones de Salud Responde. Lo que todavía no hace Recuérdame es conectar con la prescripción -que lo va a hacer creo que muy pronto-. Por lo que este es un camino que se está recorriendo ya.
¿Qué falta? Ir más allá. Que la app haga recomendaciones automáticas en base a conocimientos. Por ejemplo, todo el mundo sabe que Google manda anuncios personalizados, y en este sentido, en vez de que esa inteligencia artificial sea tan agresiva desde el punto de vista comercial, una alternativa es que esta vaya señalando los riesgos que supone para la salud no cumplir con el tratamiento, para así hacer consciente al paciente.
La inteligencia artificial dentro de este ecosistema de dispositivos digitales conectados puede aportar mucho, sobre todo porque conecta con lo social, y seguramente hay muchos factores sociales de nuestra vida cotidiana, más allá de lo clínico, que son muy importantes para mejorar nuestra adherencia.
“La inteligencia artificial dentro de este ecosistema de dispositivos digitales conectados puede aportar mucho, sobre todo porque conecta con lo social”
En resumen, las autoridades que disponen de los recursos para la I+D+i en lo que nos preocupa y ocupa en los retos de la salud de los ciudadanos en España, deben preocuparse de manera explícita de la importancia de la adherencia, de los crónicos, en particular -y de los crónicos complejos pluripatológicos, más en particular-; pero de los ciudadanos en general, teniendo en cuenta que hay que investigar e innovar en adherencia y en tecnología para mejorar esta.